Con inmensa pena recibimos ayer la noticia del fallecimiento de nuestro querido Mons. Antoni Vadell, obispo auxiliar de Barcelona, cuya cercanía hemos tenido el privilegio de disfrutar en la comisión de Primer Anuncio de la Conferencia Episcopal.
No hace mucho, nos contaba un sacerdote amigo que Toni -así le llamaban los cercanos- que después de ingresar en el hospital por segunda vez al poco de haber recibido el alta, le dijo al cardenal cuando le fue a ver: "Aquí estoy, preparando el plan de pastoral más importante de mi vida".
En comparación con ese plan, quedaban pequeñas sus responsabilidades como auxiliar de Barcelona y labores tan importantes que le habían encargado, como la tan sonada restructuración de las parroquias de la Ciudad Condal.
Oyendo tal afirmación, se difuminaba esa imagen suya que había quedado en la retina de toda la Iglesia de España, en la que aparecía presentando las conclusiones del Congreso de Laicos de 2020 con toda su calidez, y se desvanecía el impacto que las mismas están teniendo en los planes de la Conferencia Episcopal.
Pensando en sus palabras, también quedaban lejanas tantas reuniones por Zoom, losnencuentros y planes que estaba liderando para hacer llegar a todas las diócesis de España y sus hermanos en el episcopado la llama del Primer Anuncio.
Todas aquellas reuniones, encuentros, trabajos, desvelos e ilusiones, todos los momentos de inspiración y genuino liderazgo episcopal, tenidos en nada comparados con el gran plan de pastoral del bisbe Toni que no era otro que plegar las velas y llegar al cielo para abrazarse a su
Padre terminando la buena carrera aferrado a la cruz de Cristo.
El plan definitivo, el plan secreto, la piedra angular de todo ministerio. La esencia de toda renovación, el motor de todo cambio…agarrarse a la cruz de Cristo y recibir el abrazo del Padre, llevado en alas del Espíritu Santo… ¡Qué poderoso recordatorio de por qué estamos en este "tinglado" de la evangelización y la renovación de la Iglesia!
Gracias, bisbe, porque con tu pascua, nos has recordado algo que nunca debemos perder de vista a la hora de trabajar para Dios y para su Iglesia. Estamos aquí para llegar al Padre, y nuestra misión primordial es alcanzar a Cristo dejándonos alcanzar por El. Aunque habláramos las lenguas de los ángeles, aunque diéramos todo a los pobres, aunque hiciéramos congresos y llenáramos auditorios, aunque removiéramos Roma con Santiago… si al final no nos vale para correr y coronar la buena carrera, de nada sirve.
Todo nuestro plan consiste en que un día Jesús, al pasar se fijó en nosotros y nos dijo "sígueme" y de eso se trata todo el trabajo pastoral que podemos hacer. Estamos aquí para seguir a Cristo y, aunque suene a tópico, llegar al cielo. En comparación con eso, todo lo demás palidece, se difumina, es relativo… y esa es la certeza a la que llegó el bisbe Toni al final de su carrera.
Pero hay truco, no se trata de una meta individualista, de calentarnos con la estufa y salvarnos nosotros solos. Como decía nuestro consiliario, nos salvamos o nos condenamos en racimo. El truco es que en esta carrera, cuantos más seamos mejor llegamos y menos nos toca cargar a cada uno en la medida en la que nos sobrellevamos y acompañamos como Iglesia. No es para nada una meta individualista y quizás por eso da tanto trabajo peregrinar por esta tierra.
Por eso, yo al plan de pastoral del bisbe me apunto, al plan de los que pierden la vida para ganarla, de los que en la debilidad son fuertes y de quienes son tan necesitados como el más alejado al que quieren llegar. Porque todos necesitamos salvación y solo en la medida en que somos salvados, redimidos y restaurados, podemos apenas reflejar el gran tesoro de la misericordia que Dios ha tenido con nosotros.
Querido Toni, el Señor ha estado grande con tu vida, y tu partida es un misterio que nos interpela en la misma medida que nos duele. Estoy seguro de que a partir de ahora, tu ministerio episcopal triunfante seguirá siendo luz e inspiración para cuantos aún estamos afanados en entender el plan de pastoral que tú tan bien comprendiste. Le pido a Dios que desde la realización del plan maestro que es el cielo, nos ayudes con tu intercesión y cariño, igual que lo hiciste en tus días terrenos.
¡Bendito sea Dios por tu mejor plan de pastoral!