De los tres países que visitará, dos de ellos están bajo gobiernos populistas-comunistas, siendo el más radical el de Evo Morales. Curiosamente, esta semana el teólogo de la liberación brasileño, frey Beto, que pasa por ser un amigo del Pontífice, decía que éste se sentía muy a gusto con el presidente boliviano. No hay que creerse todo lo que dicen de uno los amigos. Yo, al menos, prefiero no dar crédito a lo que dice el marxista brasileño. Tanto en Ecuador como en Bolivia o en Paraguay, la Iglesia católica es ampliamente mayoritaria, aunque los datos estadísticos no son del todo fiables, pues muchos de los que figuran como bautizados católicos están hoy en las sectas. Si nos fijamos en el número de seminaristas, que es un baremo fiable de la salud de una comunidad eclesial, Ecuador y Paraguay están bastante bien, mientras que Bolivia tiene números muy bajos. En cambio, en actividad social la Iglesia boliviana ofrece más servicios que sus dos vecinas, seguida de cerca por la ecuatoriana. Esto debería servir para reflexionar sobre la relación que hay entre evangelización y actividad caritativa, pues, como el propio Papa Francisco ha recordado reiteradamente, si las cosas no se hacen bien la Iglesia puede convertirse en una ONG y su misión queda desvirtuada, con el consiguiente retroceso.
Con toda seguridad, el Papa va a afrontar en sus 22 mensajes algunos temas que son muy queridos por él: la familia -el presidente de Ecuador, Correa, había sido un decidido opositor de la ideología de género, pero ahora ya no lo es, y Evo Morales está dando pasos para obligar incluso a los hospitales católicos a hacer abortos-, la defensa de la naturaleza, la defensa de las minorías -los tres países tienen una fuerte presencia de indígenas- y la solidaridad con los pobres. Serán mensajes importantes, que acogeremos con atención, y que servirán para mostrarnos una vez más el rostro de un Papa muy popular y muy cercano a todos los que sufren. Mientras tanto, recemos por él y por el éxito de su viaje.