En el mundo de la cultura, el mundo del pensamiento, de la investigación, de la Universidad, del arte..., el mundo de la razón y de la búsqueda de la Verdad, también los santos son necesarios.
Ellos pueden, por su vida interior llena de Dios, emplear la razón plena y absolutamente, sin las cortapisas de la ideología o de un pensamiento débil que desconfía de la razón y apoya el vitalismo del sentimiento. Ellos, los santos, por su experiencia de Dios, pueden buscar y mostrar la Verdad enfrentándose al nihilismo reinante y al relativismo que afirman que la Verdad no existe, que todo depende de las opciones personales de cada uno y que no existe nada más allá de lo que vemos y sentimos. Éste es el pensamiento de la postmodernidad... que se infiltra en las aulas, en la tele, en el cine, en los debates, en los libros y novelas...
En el mundo de la cultura y de la razón, allí son necesarios los santos, allí la verdadera santidad purifica y eleva la razón y genera una verdadera cultura a medida humana -y por tanto, abierta a lo sobrenatural-.
"En el vasto mar de la cultura, Cristo siempre tiene necesidad de ´pescadores de hombres´, es decir, de personas de conciencia y bien preparadas que pongan sus competencias profesionales al servicio del bien, en última instancia, al servicio del Reino de Cristo. ¡El trabajo de investigación dentro de la universidad, si se desarrolla en una perspectiva de fe, forma parte de este servicio al Reino y al hombre!" (Benedicto XVI, Disc. en la Universidad Católica del Sgdo. Corazón, 25-noviembre-2005).
La santidad no es intimismo, cálida devoción privada que encerremos en el templo, sino un tenor de vida, un tono, una luz, que ilumina y da sonido verdadero a todo. Por eso la santidad sin refugiarse en cálidos refugios se expone a la intemperie del mundo para crear ámbitos nuevos, verdaderos, santos. Crea espacios para Dios. Por eso, en la Universidad, en la cultura, en los medios de comunicación, son necesarios los santos, los creyentes que con anhelo de santidad, entran en la masa del mundo para fermentarla.
Los santos edifican el verdadero humanismo cristiano, que tanto tiene que ver con la cultura.
"La cultura actual, profundamente marcada por un subjetivismo que desemboca muchas veces en el individualismo extremo o en el relativismo, impulsa a los hombres a convertirse en única medida de sí mismos, perdiendo de vista otros objetivos que no estén centrados en su propio yo, transformado en único criterio de valoración de la realidad y de sus propias opciones.De este modo, el hombre tiende a replegarse cada vez más en sí mismo, a encerrarse en un microcosmos existencial asfixiante, en el que ya no tienen cabida los grandes ideales, abiertos a la trascendencia, a Dios. En cambio, el hombre que se supera a sí mismo y no se deja encerrar en los estrechos límites de su propio egoísmo, es capaz de una mirada auténtica hacia los demás y hacia la creación. Así, toma conciencia de su característica esencial de criatura en continuo devenir, llamada a un crecimiento armonioso en todas sus dimensiones, comenzando precisamente por la interioridad, para llegar a la realización plena del proyecto que el Creador ha grabado en su ser más profundo.Algunas tendencias o corrientes culturales pretenden dejar a los hombres en un estado de minoridad, de infancia o de adolescencia prolongada. Al contrario, la palabra de Dios nos estimula decididamente a la madurez y nos invita a comprometernos con todas nuestras fuerzas en un alto grado de humanidad. San Pablo, escribiendo a la comunidad de Éfeso, exhortaba a los cristianos a no comportarse como los paganos, ´según la vaciedad de su mente, sumergido su pensamiento en las tinieblas y excluidos de la vida de Dios´ (Ef 4,1718). Al contrario, los verdaderos discípulos del Señor, lejos de permanecer en el estado de niños zarandeados por cualquier viento de doctrina (cf. Ef 4,14), se esfuerzan por llegar ´al estado de hombre perfecto, a la madurez de la plenitud de Cristo´ (Ef 4,13). Por consiguiente, Jesucristo, Hijo de Dios, donado por el Padre a la humanidad para restaurar su imagen desfigurada por el pecado, es el hombre perfecto, según el cual se mide el verdadero humanismo. Con él debe confrontarse todo hombre; hacia él, con la ayuda de la gracia, debe tender con todo su corazón, con toda su mente y con todas sus fuerzas, para realizar plenamente su existencia, para responder con alegría y entusiasmo a la altísima vocación inscrita en su corazón (cf. GS 22).Por eso, me dirijo particularmente a vosotros... para exhortaros a promover con entusiasmo y pasión... la edificación de este nuevo humanismo. Tenéis la tarea de volver a proponer con vuestra competencia, la belleza, la bondad y la verdad del rostro de Cristo, en quien todo hombre está llamado a reconocer sus rasgos más auténticos y originales, el modelo que hay que imitar cada vez mejor. Así pues, vuestra ardua tarea, vuestra alta misión consiste en indicar a Cristo al hombre de hoy, presentándolo como la verdadera medida de la madurez y de la plenitud humana" (Benedicto XVI, Mensaje a los miembros de las Academias Pontificias, 15-diciembre-2005).
En la construcción de este verdadero y sanísimo humanismo cristiano, los hombres santos tienen mucho que decir y que hacer en la cultura de hoy. Son hombres santos los que podrán fecundar y hacer humana este cultura. Requerirá riesgo, trabajo, incomprensión, pero son apóstoles que crean aquello que corresponde a la verdad del corazón humano.
Son los hombres santos los que generan cultura verdadera, crean el humanismo más auténtico, el humanismo cristiano, en la Universidad y el colegio, la prensa e Internet, el arte y el cine, etc.