El momento culminante del sacramento de la Confirmación sucede cuando el obispo signa en la frente con la señal de la cruz, marcando la frente con el santo crisma, a las palabras "N., recibe por esta señal el don del Espíritu Santo".
La cruz, trazada con crisma santísimo en la frente, es el sello del alma, la marca indeleble que nadie podrá borrar.
Más aún, sabemos que el Espíritu Santo viene por la cruz, pues del costado abierto del Salvador sale sangre y agua y entrega su Espíritu. De la cruz brotan los ríos de agua viva que santifican dando fecundidad. Y el Espíritu da testimonio de ello.
Con el santo crisma se comunica el Espíritu Santo, pero esto ocurre con la cruz trazada en la frente del confirmando. ¿Acaso hay Don que no venga por la Cruz?
"C. Se traza a continuación sobre la frente el signo de la cruz. Es el signo de Jesucristo, signo bajo el cual volverá un día. Es de nuevo un signo de apropiación, el gesto significa una entrega de sí a Cristo, tal como se había prometido antes con las promesas renovadas.
Es un signo indicador, que nos muestra el camino. En las carreteras, hay paneles indicadores, para que se pueda alcanzar la meta, cuando se está en ruta. A nuestros antepasados les gustaba colocar a lo largo de los caminos la imagen del crucificado, también allí para indicarnos el camino. Con ello querían decir: no estamos solamente en ruta a tal o cual pueblo, a tal o cual ciudad. En todos nuestros caminos, nuestra vida se consume o se realiza. En todos nuestros caminos, es nuestra vida la que se vive; y no tenemos solamente que encontrar éste o aquél lugar. Es la vida misma la que hemos de encontrar. Éste era el mensaje de este extraño panel indicador que era la cruz: ¡atención, no termina tu vida en un callejón sin salida! Síguele, a Él, y encontrarás tu camino, porque Él es el camino (Jn 14,6).
Pero la cruz es también una invitación a la oración. Comenzamos nuestra oración por el signo de la cruz; comenzamos con él la eucaristía; por este signo, se nos da la absolución en el sacramento de la penitencia.
La cruz de la confirmación nos invita a la oración, a la oración personal como a la gran oración común de la eucaristía. Nos dice: puedes siempre volver a la confirmación cuando regresas a este signo.
La confirmación no es un acontecimiento que durase un instante, es un comienzo que toma toda una vida para dirigirla. Todas las veces que entras en este signo, entras en el bautismo y la confirmación. Por eso se cumple paso a paso la promesa de este día: la llegada del Espíritu de sabiduría, de inteligencia, de consejo y de fortaleza.
No se puede meter reste Espíritu en el bolsillo, como una moneda que se pueda sacar en caso de necesidad. Sólo se puede recibir viviendo de él -hasta tal punto se nos ha dado a sí mismo: en el signo de la cruz"
(RATZINGER, J., "Choisis la vie!", en: Communio, ed. francesa, VII (1982), n. 5, p. 68).