Participar incluye los gestos y posturas corporales que todos los fieles adoptan en determinados momentos de la liturgia: de pie, sentados, de rodillas, procesión, santiguarse, inclinarse...
Esta participación:
a) Debe ser ante todo interior; es decir, que por medio de ella los fieles se unen en espíritu a lo que pronuncian o escuchan, y cooperan a la divina gracia.
Es un nivel básico, primero, de participación común en la liturgia, que debe enseñarse y cuidarse. Así, una vez más, participar es algo más, mucho más, que intervenir "haciendo algo", "leyendo algo".
La participación de todos los fieles en la santa liturgia ha de ser también exterior, activa. Todos toman parte con las diversas posturas y algunos gestos, según los distintos momentos de la liturgia, para unirse al Misterio que se celebra también de forma externa, significativa. La participación no es sólo un sentimiento interior de devoción o recogimiento como tampoco es la continua intervención, el movimiento, los inventos para que “muchos participen” añadiendo moniciones, ofrendas, etc… Benedicto XVI, elegantemente, escribía:
“Pero no hemos de ocultar el hecho de que, a veces, ha surgido alguna incomprensión precisamente sobre el sentido de esta participación. Por tanto, conviene dejar claro que con esta palabra no se quiere hacer referencia a una simple actividad externa durante la celebración” (Exh. Sacramentum caritatis, n. 52).
Las mismas posturas, que todos adoptan unánimemente en la celebración litúrgica, son expresión clara de participación, de modo que estar de pie, sentado, de rodillas o trazar el signo de la cruz o hacer una inclinación, etc., son formas de participación de todos. Así lo interior se hace también exterior, manifestación del corazón que se adhiere a la liturgia:
“Los fieles cumplen su función litúrgica mediante la participación plena, consciente y activa que requiere la naturaleza de la misma liturgia; esta participación es un derecho y una obligación para el pueblo cristiano, en virtud de su bautismo.
Esta participación:
a) Debe ser ante todo interior; es decir, que por medio de ella los fieles se unen en espíritu a lo que pronuncian o escuchan, y cooperan a la divina gracia.
b) Pero la participación debe ser también exterior; es decir, que la participación interior se exprese por medio de los gestos y las actitudes corporales, por medio de las aclamaciones, las respuestas y el canto” (Instrucción Musicam sacram, n. 15).
Una visión panorámica de la participación del pueblo cristiano en la liturgia la señala la Ordenación General del Misal al decir:
“Formen, pues, un solo cuerpo, al escuchar la Palabra de Dios, al participar en las oraciones y en el canto, y principalmente en la común oblación del sacrificio y en la común participación de la mesa del Señor. Esta unidad se hace hermosamente visible cuando los fieles observan comunitariamente los mismos gestos y posturas corporales” (IGMR 96).