¡El evangelizador es el santo!
Un santo evangeliza por la fuerza de su propia existencia. Se convierte en testigo cualificado a la par que maestro. Y el mundo hoy, si bien es verdad que necesita verdaderos maestros, prestará oídos a los maestros que sean siempre a la vez testigos.
La nueva evangelización poseerá el impacto de los santos o no será nueva evangelización. Estos santos son quienes han tenido un encuentro con Cristo tan vital, tan fuerte, que sus vidas han cambiado y ya no la pueden entender sin referencia a Cristo. El acontecimiento definitivo en sus vidas ha sido el encuentro con Cristo. Y allá donde van, donde aman, donde trabajan, caminan, comparten, conducen a todos a Cristo, los llevan a Cristo para que realicen ese mismo encuentro personal con Él.
"Verdaderamente, los tiempos en que vivimos exigen una nueva fuerza misionera en los cristianos, llamados a formar un laicado maduro, identificado con la Iglesia, solidario con la compleja transformación del mundo. Se necesitan auténticos testigos de Jesucristo, especialmente en aquellos ambientes humanos donde el silencio de la fe es más amplio y profundo: entre los políticos, intelectuales, profesionales de los medios de comunicación, que profesan y promueven una propuesta monocultural, desdeñando la dimensión religiosa y contemplativa de la vida. En dichos ámbitos, hay muchos creyentes que se avergüenzan y dan una mano al secularismo, que levanta barreras a la inspiración cristiana. Entre tanto, queridos hermanos, quienes defienden con valor en estos ambientes un vigoroso pensamiento católico, fiel al Magisterio, han de seguir recibiendo vuestro estímulo y vuestra palabra esclarecedora, para vivir la libertad cristiana como fieles laicos" (Benedicto XVI, Encuentro con los Obispos, Portugual, 13-mayo-2010).
En el mundo, se requieren testigos de Jesucristo, en todos los ámbitos; será un laicado católico serio, de profunda formación y firme vida espiritual, el que haga presente a Cristo.
En esa línea, lo primero es suscitar en los evangelizadores, sea cual sea el ámbito de evangelización en que se muevan, el anhelo de santidad:
"En cuanto primeros evangelizadores, os será útil conocer y comprender los diversos factores sociales y culturales, sopesar las necesidades espirituales y programar eficazmente los recursos pastorales; pero lo decisivo es llegar a inculcar en todos los agentes de la evangelización un verdadero afán de santidad, sabiendo que el resultado proviene sobre todo de la unión con Cristo y de la acción de su Espíritu" (ibíd.).
Entonces evangelizarán: con un profundo deseo de santidad. Y evangelizarán porque no entenderán la evangelización de manera parcial, sino nuclear, llevando al encuentro con Cristo. De forma parcial se hace cuando todo se presenta como un moralismo obligatorio y seco o cuando se habla simplemente de valores en una ética universal o cuando se presentan las verdades cristianas como un compendio de ideas que no llegan a tocar la vida y transformarla (intelectualismo).
"Será muy difícil que la fe llegue a los corazones mediante simples disquisiciones o moralismos, y menos aún a través de genéricas referencias a los valores cristianos. El llamamiento valiente a los principios en su integridad es esencial e indispensable; no obstante, el mero enunciado del mensaje no llega al fondo del corazón de la persona, no toca su libertad, no cambia la vida. Lo que fascina es sobre todo el encuentro con personas creyentes que, por su fe, atraen hacia la gracia de Cristo, dando testimonio de Él. Me vienen a la mente aquellas palabras del Papa Juan Pablo II: «La Iglesia tiene necesidad sobre todo de grandes corrientes, movimientos y testimonios de santidad entre los “fieles de Cristo”, porque de la santidad nace toda auténtica renovación de la Iglesia, todo enriquecimiento de la inteligencia de la fe y del seguimiento cristiano, una reactualización vital y fecunda del cristianismo en el encuentro con las necesidades de los hombres y una renovada forma de presencia en el corazón de la existencia humana y de la cultura de las naciones» (Discurso en el vigésimo aniversario de la promulgación del Decreto conciliar «Apostolicam actuositatem», 18 noviembre 1985)" (ibíd.).
El camino de la nueva evangelización es el camino de los santos, de aquellos que viven entregados por completo a Cristo en su Iglesia deseando la santidad. Éstos, inquietos por el amor de Dios, comunicarán el fuego que a ellos les devora. Así evangelizan.
Podríamos entonces preguntarnos si una tarea previa, antes de organigramas y planes pastorales, no será un serio trabajo interior en la Iglesia para suscitar ese anhelo de santidad y ofrecer los medios necesarios para vivir en santidad y fervor.