No les fueron ahorradas pruebas ni dificultades a los santos; experimentaron dificultades externas y persecuciones incluso en el seno de la misma Iglesia, y experimentaron dificultades exteriores, con períodos de cruz, de oscuridad.
La cruz de Cristo reposa sobre sus santos. Las pruebas y las adversidades purifican a los santos para que busquen sólo a Cristo y su amor, quitando las adherencias de pecado que pueda haber. Bien sabemos que no se puede busca a Cristo sin cruz y que el cristiano no existe sin cruz. Esta ley la vemos cumplida en los santos.
De un modo u otro, como una gran cruz en sus vidas en un momento concreto, o como diversas cruces más pequeñas pero constantes; como una etapa de años de oscuridad, o etapas diversas a lo largo de su vida, bebieron el cáliz del Señor. Dios usa una pedagogía distinta para cada uno.
Los santos, que vemos pura transparencia de Dios hoy, a los que veneramos glorificados, se abrazaron a la cruz y experimentaron la dureza de la cruz por distintas pruebas, sufrimientos, incomprensiones, decepciones... y por momentos interiores de oscuridad, de sequedad.
"El Señor no cierra los ojos delante de las necesidades de sus hijos y, si tal vez parece insensible a sus peticiones, es sólo para poner a prueba y templar su fe. Éste es el testimonio de los santos, éste es especialmente el testimonio de los mártires, asociados de modo más estrecho al sacrificio redentor de Cristo" (Benedicto XVI, Ángelus, 14-agosto-2005).
Cuando conocemos la vida de los santos, aprendemos cómo la cruz se pone sobre los hombros de quienes son de Cristo y ellos la aceptan, compartiendo en su carne lo que falta a la pasión de Cristo en favor de su Cuerpo que es la Iglesia (Col 1,24). Sus dificultades, los rechazos de los que fueron objeto, las envidias que les amargaron la vida, las persecuciones de los bienintencionados... así como la oración sin consuelo alguno, la búsqueda de Dios en tremenda oscuridad, todo esto y más lo comprobamos cuando leemos sus vidas. Nada nuevo bajo el sol. Muchísimos de esos elementos se siguen repitiendo de manera distinta.
Pero para ellos fue todo una ocasión de gracia, de purificación en la fe, en la esperanza y en la caridad. Sobre todo, confiaron en Cristo y le dejaron hacer, robusteciendo su carácter, afianzando su personalidad cristiana. Así, con las pruebas de los santos vemos el valor y el fruto de la Cruz en la vida de los amigos del Señor.