Leyendo el Evangelio de hoy, me ha gustado mucho el versículo 27 del capítulo 6 de san Juan, que dice “No trabajéis por la comida que se acaba, sino por la comida que permanece y os da vida eterna. Esta es la comida que os dará el Hijo del hombre, porque Dios, el Padre, ha puesto su sello en él”. Ahora se hace actual este versículo, con el problema de trabajo que tenemos. Sé que a muchos les va a parecer una chorrada lo que digo, pero es lo que nos pide el Señor: que trabajemos para su Reino, y no solo por nuestro pan. Que todas nuestras actividades de cada día sean para Él, y no nos preocupemos tanto por “nuestras cositas”. Esta noche no he dormido casi. El viernes me enteré que me queda un mes como máximo en mi actual trabajo. La verdad es que no me preocupa mucho; estoy seguro que el Señor cuida de nosotros, y Él pasa de crisis y tonterías. El problema por el que no dormí anoche es que antes que yo, saldrán bastantes personas de la empresa, y mi trabajo va a ser comunicárselo a casi todos. Si el Señor me ha puesto aquí es para que dé testimonio suyo a mis compañeros de trabajo, sobre todo a los que lo van a pasar peor, los que van a tener más dificultades para encontrar otro empleo, los que mantienen su familia, y fundamentalmente, los que no tienen a Dios en su vida. Esos sí que van a pasarlo de pena. Muchas veces comentamos mi mujer y yo lo difícil que debe ser sufrir cualquier percance sin tener al Señor en tu vida. Debe ser durísimo pasar un mal trago. Pero también es verdad que muy cerca de cada uno de ellos, el Señor les pone a uno de nosotros para que le consolemos. Y, en mi caso, qué agradable es cuando el Señor me regala el poder consolar. ¿Trabajo? Pues mal, la verdad, pero para Cristo, lo que Él quiera de mí. Eduardo Palanca