Vivimos tiempos de fuerte confusión antropológica, en la que el común denominador es que se intenta diluir el complemento entre hombre y mujer; sin embargo, lejos de asumir un tono ofensivo, lo mejor es explorar una tercera vía para defender y, sobre todo, promover el matrimonio católico. ¿Cuál es la clave? Dar a conocer ejemplos de parejas casadas que han sido fieles y felices hasta el final. Romper el mito, según el cual, al casarte, dejas de vivir para enfrascarte en una pesadilla. Es muy importante conocer parejas que han hecho del sacramento del matrimonio una aventura apasionante, de entrega y resolución de conflictos que forman parte de cualquier relación que valga la pena. Necesitamos ejemplos creíbles, porque sucede que solamente son noticia los divorcios. Rara vez se habla de la fidelidad a prueba de todo que también existe aunque de manera anónima, tras bambalinas. Dicha visión mediática tiene que cambiar. Una buena oportunidad será el Encuentro Mundial de las Familias que se llevará a cabo en Filadelfia (EUA) del 22 al 27 de septiembre de 2015, con la participación del Papa Francisco. No se trata de promover la homofobia, pues el Catecismo es muy claro con el respeto que debemos mostrar en nuestro trato con las personas que se identifican como homosexuales, sino de saber reconocer que, para nosotros, en base al derecho natural, creemos que el matrimonio es la unión entre un solo hombre y una sola mujer. Hacerlo ver, en una sociedad plural, forma parte de la libertad de expresión. Por lo tanto, además de dar a conocer la doctrina, hay que señalar cuánto bien hace aplicarla en el marco de las parejas que deciden unir sus vidas ante Dios. Reflejar, a través de los testimonios, lo que hace único al matrimonio católico. Por ejemplo, el hecho de contar con la riqueza de una figura paterna y materna. Dos aspectos que ayudan en el desarrollo de la personalidad de los niños y de las niñas, quienes, por imitación, se adentran en un proceso de aprendizaje y asimilación de la propia identidad que no es una mera construcción social, sino que parte de la armonía entre la dimensión psicológica y corpórea para poder vivir una afectividad y sexualidad encauzadas. Es decir, que la mente coincida con el cuerpo y el cuerpo con la mente.
Si afirmamos que el matrimonio católico tiene sentido y que está por encima de las modas ideológicas, hay que demostrarlo con hechos y eso implica coherencia, testimonio, capacidad para dialogar con el mundo de hoy. Diálogo que no significa negociar, sino compartir experiencias. En este sentido, salgamos del pesimismo, del círculo vicioso de la queja sin implicación, para promover una verdadera cultura vocacional en la que el matrimonio sea entendido, vivido y, por ende, querido. Contagiarlo.
Si afirmamos que el matrimonio católico tiene sentido y que está por encima de las modas ideológicas, hay que demostrarlo con hechos y eso implica coherencia, testimonio, capacidad para dialogar con el mundo de hoy. Diálogo que no significa negociar, sino compartir experiencias. En este sentido, salgamos del pesimismo, del círculo vicioso de la queja sin implicación, para promover una verdadera cultura vocacional en la que el matrimonio sea entendido, vivido y, por ende, querido. Contagiarlo.