Uno de los dogmas de la realidad política española de los últimos 35 años –y como tal dogma, no refutable, salvo que uno quiera convertirse en el hereje del sistema-, es la diversidad de nuestro hermoso país. Y ciertamente diversa ha de ser una nación con su vasto territorio –el cuarto más extenso de Europa-, y su rica y variada historia.
Ahora bien, ¿nos hemos preguntado alguna vez cuán diversos somos en comparación con nuestros vecinos? ¿Somos conscientes de que en la compacta Francia, con la que lindamos al norte, se hablan la mitad de las lenguas –vascuence y catalán- que se hablan en España, y de que junto a ellas se hablan además otras tres –bretón, corso y alsaciano-, amén de la que es la común de todos los franceses? ¿Y de que junto a la diversidad lingüística, se da en Francia una diversidad religiosa notable, al convivir junto a una mayoría católica y otra minoría protestante, una importantísima comunidad islámica? ¿Somos conscientes de que en Italia, junto al italiano toscano que constituye la lengua común, conviven no menos de quince lenguas regionales? ¿Nos percatamos de que en Alemania u Holanda, aunque la unidad lingüística es evidente, conviven dos mayorías similares, la una de católicos, la otra de protestantes, a las que añadir como en Francia una nutrida comunidad islámica? ¿Sabíamos que dentro del territorio húngaro, un 30% de sus habitantes no son étnicamente húngaros, y que similar porcentaje de húngaros se hallan fuera del territorio patrio? ¿Nos damos cuenta de que en un país tan afín como la Argentina, con sólo ascender dos generaciones, nos encontramos más de una veintena de comunidades relevantes, no sólo lingüistica, sino nacional y hasta racialmente diferentes, con españoles, italianos, polacos, varias etnias indígenas, árabes, alemanes, coreanos...? ¿Hace falta mencionar el caso de los Estados Unidos, Rusia, China, India? ¿O el de Yugoslavia, donde tanta diversidad les llevó a una guerra que aunque cercenó el país en varias repúblicas, no consiguió resolver el problema de la diversidad en cada una de las que resultó de dicha guerra?
Lo grande del caso es que los mismos que tanto incordian con la para ellos problemática diversidad española, cuando les toca el turno de gobernar en sus regiones, precisamente las más diversas de España, realizan una política monolítica y sectaria, conducente a cualquier cosa menos a preservar su diversidad: ¿tan pronto olvidan lo diversos que éramos?