Hace unos días se celebraron elecciones municipales y autonómicas. Con motivo de ello y, de cara a las generales, como obispo, invito a reflexionar, especialmente a los cristianos, sobre la situación en que nos encontramos. No es que excluya a los no cristianos o a los que lo son a medias, según aquello que muchos dicen: soy cristiano pero no practico. También para ellos van estas reflexiones.
Las elecciones están en función de poner al frente de la comunidad a quienes creamos más aptos para gobernarnos, procurando conseguir para todos el bien común. Mi propósito es hablar de algunos problemas muy serios que se están dando en el mundo de hoy, aunque centrándome particularmente en España.
El telón de fondo de mis reflexiones será siempre tanto el bien común como la ley. Parto siempre (soy cristiano) del hecho de que Dios creo la tierra y todos los frutos de la misma para bien de todos los hombres. No podemos cerrarnos en nuestros propios países, pueblos, familias (y menos, en nosotros mismos) olvidándonos de los demás, vivan donde vivan y sean como sean. Son hombres. Y como todos los hombres, hijos de Dios y hermanos nuestros. De ahí, el bien común.
Y en cuanto al sentido de la ley, es conveniente recordar que está en función del bien común. Santo Tomás la definió: «ordenación de la razón dirigida al bien común y promulgada por quien dirige la comunidad». Definición que es aceptada comúnmente.
Veo unos problemas morales fundamentales que si no se defienden con la colaboración de todos, nuestra sociedad y cualquier otra, va a la deriva.
Habrá que ver qué partidos las admiten en sus programas y las fomentan. Si algunos califican la defensa de estos puntos, como de derechas, animaré a votar a partidos de derechas. Si califican esto de izquierdas, animaré a votar a partidos de izquierdas. Con ello estoy animando a votar a quienes defiendan unos puntos básicos para la elevación de la sociedad. ¿Cuáles?
-Defensa de la vida humana desde su concepción. Es vida humana
-En la educación, respeto a los principios religiosos y morales que los padres quieren para sus hijos.
-Libertad religiosa de las creencias que no vayan contra el bien común.
-Igualdad de oportunidades en todos los campos.
-Respeto, en los medios de comunicación, a las creencias y convicciones religiosas de los españoles.
-Excluir la violencia.
-Libertad de información sin instrumentalizar los medios.
-Independencia del poder judicial.
-Perseguir el fraude y la corrupción.
-Por último, mucha luz y taquígrafos en los asuntos públicos.
El no tener en cuenta estos valores morales y religiosos puede suponer consecuencias desastrosas para el país.
¿Es que puede avanzar un país en que sus dirigentes no respeten el derecho a la vida, ni el derecho de los padres a optar por el modelo de educación para sus hijos, ni respeten las creencias de los ciudadanos, o que vivan amancebados o con uniones homosexuales? ¿Puede progresar una sociedad en la que cada uno viva como quiera, sin más normas morales que las que se den a sí mismos, o partiendo de la base de que cada uno viva como quiera? ¿Es que puede funcionar una sociedad en que sus dirigentes no persigan a los defraudadores y corruptos y que sean ellos y los suyos los primeros en aprovecharse de su influencia y amistades para enriquecerse con los bienes que son de todos?
Recuerdo haber oído una conversación en que uno decía que España iba a ser la Suíza del siglo XXI. Y el otro le contestó: sí, pero ¿dónde están los suizos?
José Gea
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