Entre las grandes aportaciones de los frailes españoles a la historia de la Humanidad, debe ocupar un puesto de excepción
Juan González de Mendoza, monje agustino español que publica una de las primeras crónicas chinas que llega a Europa, de una gran calidad además, y todo ello después de haber recorrido medio mundo… ¡pero no haber puesto el pie sobre el gigante chino en un solo momento!
Nuestro Juan nace en Torrecilla de Cameros, en La Rioja, en el año 1545. Con diecisiete años viaja a Méjico, donde toma el hábito agustino. En 1573 acompaña a España a
Fr. Diego de Herrera, provincial de los agustinos de Filipinas cuyo propósito es conseguir normalizar la relación con la fructífera China. Nuestro fraile queda en España hasta 1581, en que viaja a México en un nuevo intento de iniciar una embajada española al gran imperio asiático, intento que tampoco prospera. Al año siguiente nos lo encontramos en Lisboa. En 1584 se ocupa en Roma de asuntos de Indias y de la publicación de su propia obra. En 1586, tras pasar por Madrid, vuelve a América donde pasa tres años. En 1593 es elegido obispo de Lípari, en Sicilia, y en 1607, obispo de Chiapa en Méjico. En 1618 por fin, tras una larga existencia de setenta y tres años, rinde la vida ante el Altísimo. Un hombre del mundo que recorre América y Europa, pero no, sin embargo, el país al que entrega una buena parte de su vida y sobre el que realiza la obra por la que pasa a la historia.
Una obra que no es otra que la llamada
“Historia de las cosas más notables, ritos y costumbres del gran Reino de la China, sabidas así por los libros de los mismos chinos, como por relación de religiosos y otras personas que han estado en el dicho reino”, título que, como se ve, pone las cosas en su lugar desde el primer momento, sin pretender arrogarse nuestro fraile un solo mérito que no sea suyo. La obra se presenta como un concienzudo trabajo de recopilación de información que bien pudo ser para consumo propio, pues como ya hemos visto y aunque no lo consiguiera,
Juan tuvo en todo momento en mente dirigirse viajar a la China, estando a punto de conseguirlo en 1580.
Sus fuentes eran muchas y variadas pero como vamos a ver, todas ellas de una procedencia similar, las relaciones y escritos que realizaban los muchos frailes españoles que por la época visitaban la China, entre los cuales el dominico portugués
Gaspar Hernández de la Cruz que se pasa en oriente varios años autor en 1569 del Tratado das cousas da China; los también agustinos
Gerónimo Marín y sobre todo
Martín de Rada, que trajo mucha documentación del país, que visitan el país en 1575; y los franciscanos
Pedro de Alfaro que lo hace en 1579, y
Martín Ignacio, sobrino de Ignacio de Loyola, que lo hace en 1581.
La obra de
Mendoza se publica por primera vez en Roma en 1585, y sólo un año más tarde se imprime en Madrid la edición definitiva del flamenco
Querino Gerardo, financiada por el librero
Blas de Robles.
Amén de no basarse en observaciones personales sino de otros, la de Mendoza no es tampoco la primera historia de China aparecida en Europa, pues años antes, en 1577, ocho años antes por lo tanto,
Bernardino de Escalante había dedicado al gigantesco país los capítulos 6 a 11 de su
“Discurso de la navegación que los portugueses hacen a los reinos y provincias de Oriente, y de la noticia que se tiene de las grandezas del Reino de la China”. Pero lo cierto es que la calidad de su trabajo fue tanta que
González de Mendoza sí pudo presumir de conocer en vida el éxito editorial, hasta el punto de que en el breve plazo de quince años se van a realizar más de treinta ediciones, no sólo en español, sino también en las principales lenguas europeas del momento, inglés, italiano, alemán y neerlandés, y por supuesto, en latín.
Uno más de esos españoles grandes de la Historia de España, anónimos para muchos y lo que es peor, en su propio país.
Y esto es todo por hoy queridos amigos. Así que sin más hasta mañana, deseo a Vds. que hagan mucho bien y no reciban menos. Nos vemos.
©L.A.
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