En España ocurre algo insólito comparado con otros países: cada cual iza su bandera como si su territorio fuera un chiringuito que nada tiene que ver el resto del solar patrio. Somos poco patriotas. Han difundido que eso de defender a España y su bandera son de fachas y ultras ya trasnochados. Ahora lo que impera es la ideología de cada cual, con sus símbolos y sus jergas doctrinarias.
Es evidente que cada cual es libre de creer lo que quiera, pero España es una, la bandera es una, los intereses nacionales deben ser los de todos. Porque si cada cual tiramos del tejido común hacia nuestro interés personal, termina por romperse la unidad. Y parece que es lo que pretenden algunos. Y esto se ha venido enseñando en la mayoría de las aulas.
Pero observo algo común en las opciones de izquierdas, y es el odio que rezuman muchos en sus discursos, sus propuestas, su dialéctica… Da miedo escuchar muchas veces a los calificados como progres, que parece que quisieran exterminar de la faz de la tierra a todo aquel que no piensan como ellos. El tono de voz y las palabras emitidas, en muchos casos son hirientes, ofensivos. Ya comprendemos que la lucha política está sometida a unas prácticas inusuales en la vida corriente de la calle. Pero este estilo crea un estado de crispación que no facilita la paz y la armonía. Es como un torneo en el que se pretende abatir al adversario para cobrarme su botín.
Y no digamos nada el espectáculo que están dando algunos políticos en la toma de posesión de sus cargos: tirar la Biblia al suelo, quitar el crucifijo, despreciar cualquier manifestación religiosa, encumbrar a los ocupas de capillas universitarias con actitudes vergonzosas, homenajear como un santo en lugar religioso a uno que se pavoneaba de su ateísmo… ¿Hemos perdido el sentido común? ¿En donde están los valores humanos?
Está claro que se recoge lo que se siembra. Los llamados de derechas tienen tal complejo que no se atreven a salir al paso de tanta ordinariez, defendiendo el humanismo cristiano. Porque, no lo olvidemos, es la doctrina cristiana, plasmada en la Doctrina Social de la Iglesia, la que tiene la solución a todo. Partiendo del respeto que merece la dignidad del ser humano. No creo que hayan postulados sociales más avanzados que estos.
Sin complejos. Sin miedo. Defendamos nuestra fe en Dios, en una España siempre llamada a generosas aventuras. Que nadie ame más a España que un español. Esto puede parecer un discurso trasnochado, patriotero, pero no es así. España, cuando se ha amado así misma, ha sido la protagonista de las grandes gestas de la historia. No echemos por tierra lo que a muchos les costó la vida. La política es una tarea noble, pero ejerciéndola con dignidad, con generosidad, buscando el bien común.
Juan García Inza