‘La religión está en unión y dependencia con Dios y con nuestros semejantes’
Fray Solanus Casey
PRESENTACION
Si el nombre Solanus Casey no le dice mucho, no es usted a la única persona a quien le sucede. Después de casi sesenta años de su fallecimiento, su recuerdo parece ser tan humilde y discreto como lo fue su vida. Sin embargo, su impacto no fue poco profundo.
De aquellas innumerables personas que le buscaban para pedirle ayuda y consejo, algunos aún viven y reverencian a este hombre de tal manera, que muy pronto él podría convertirse en el primer santo varón estadounidense.
BERNARD F. CASEY
Su verdadero nombre era Bernard Francis Casey y nació en el estado de Wisconsin el 25 de noviembre de 1870 un la granja de sus padres, unos inmigrante irlandeses. Bernard fue el sexto hijo de los dieciséis que tuvieron sus padres; diez varones y seis mujeres.
Fue bautizado el 18 de diciembre de 1870 en la Iglesia de la Misión de San José, en Prescott, Wisconsin, y recibió su Primera Comunión en la Iglesia de San Patricio en Hudson, Wisconsin.
En 1887, a los 17 años de edad, Bernard terminó sus estudios en la Escuela del Distrito de Burkhard, y se trasladó a vivir y trabajar en Stillwater, Minnesota, en los oficios de maderero, practicante de hospital, conductor de carruajes de caballos, y también como guardia de la prisión.
A sus 21 años Bernard ingresó en la Secundaria del Seminario St. Francis de Milwaukee para prepararse como sacerdote diocesano, pero cinco años más tarde decidió ingresar a una orden religiosa. Fue aceptado en la Orden Capuchina en Detroit, Michigan, en 1896, donde le asignaron el nombre religioso de ‘Solanus’, por lo que empezó a ser Fray Solanus Casey, O.F.M.
Pero sus superiores decidieron que debido a su bajo nivel académico, Solanus sería ordenado como ‘sacerdote simplex’, o sea, que podía realizar la mayoría de las funciones sacerdotales, con la excepción de predicar o de oír confesiones. Esta es una disciplina que ya no se practica, pero de todos modos tal restricción no significó problema alguno para Fray Solanus ya que él sólo deseaba cumplir con cualquier asignación que le pusieran, por humilde que ésta fuera. Y es debido a ello que su vida e historia se llenó de significado.
Solanus fue investido como Novicio Capuchino el 14 de enero de 1897 en el Monasterio de San Buenaventura en Detroit. Hizo simple Profesión de Votos, y luego continuó sus estudios en el Monasterio de San Francisco, en Milwaukee. Realizó su Profesión solemne de Votos el 21 de julio de 1901 y finalmente fue ordenado Asistente del Diácono el 8 de diciembre de 1903.
El 20 de marzo de 1904 fue ordenado Diácono, y el 24 de julio del mismo año fue ordenado sacerdote, celebrando su primera Misa el 31 de julio de 1904 en la Iglesia de San José, en Appleton, Wisconsin.
FRAY SOLANUS CASEY
Tal como él aceptó, el trabajo que le asignaron era, en efecto, servil. Durante la mayor parte de su vida sacerdotal, Fray Solanus fue el portero del Monasterio, la persona que daba la bienvenida a quienes visitaban el Monasterio. Y es allí precisamente donde él conocía a la gente; en la puerta.
A las personas les agradaba hablar con él y también la manera en que les hacía sentir tan cómodos. Ellos comenzaban a hacerle preguntas y apreciaban los consejos que el sacerdote les daba. Otras personas se enteraban de ello y también llegaban a visitarle, aunque no tuvieran asuntos que tratar en el Monasterio; sólo querían escuchar lo que él les decía.
Así fue como comenzó. Fray Solanus siguió aconsejando a los visitantes, entre cien y doscientos diarios, y Solanus siempre tenía tiempo para todos ellos, generalmente en la puerta del Monasterio y a veces en la línea de la cocina, sirviendo sopa a las personas sin hogar y a los necesitados.
Fray Solanus dio su vida al servicio de la gente. Muchos de ellos atribuyeron los favores recibidos a sus oraciones y consejos. Constantemente mostró su amor por Dios amando a toda la gente, para quienes siempre estaba disponible tanto de día como de noche. A cambio él sólo les pedía que amaran y apoyaran a las misiones.
UN MILAGRO
En 1940, una niña de 16 meses llamada Elizabeth Fanning se encontraba grave debido a una enfermedad que en aquella época era letal: leucemia o cáncer en la sangre.
A pesar de haber nacido completamente sana, sus padres la sometieron a un tratamiento con una nueva tecnología para eliminar una mancha rojiza que tenía en el cuello, y también para prevenir el crecimiento de una masa que mostraba en la mejilla.
Después de una radioterapia, la masa de la mejilla desapareció y la mancha del cuello dejó de expandirse. Pero a partir de ese momento se empezó a evidenciar un efecto colateral: la niña dejó de crecer normalmente y su cabello se le cayó y no le volvió a salir. Además empezó a lucir demacrada y casi sin aliento de vida.
Después de ser llevada a la Clínica Mayo de Minnesota, el grupo de expertos que la revisó diagnosticó que su enfermedad era mortal. La única opción era la de remover el bazo, pero la niña estaba demasiado débil para soportar esa operación.
Prácticamente desahuciada por la medicina, una tía de la niña que pertenecía a un grupo parroquial afiliado al Monasterio de monjes capuchinos de Detroit, le sugirió a sus padres que llevaran a Elizabeth a ver a Fray Solanus Casey, a quien muchos ya le calificaban como un santo con un gran don curativo. Por esa razón los padres de la niña decidieron seguir el consejo de la tía y viajaron a Detroit en busca de Fray Solanus.
A su llegada al Monasterio, el religioso les recibe amablemente y escucha con atención su tragedia. Les dedica una gran cantidad de tiempo, a pesar de que muchas personas están esperando la oportunidad de hablar con él.
Fray Solanus les dice que lo único que puede interrumpir que el poder de Dios opere en nuestra vida son nuestras propias dudas y miedos. Indica también a los padres que deben llevar a cabo actos concretos que demuestren su total confianza en la bondad de Dios. Les pido también que superen la tristeza y la ansiedad, que es lo que frustra los diseños misericordiosos de Dios. Y como consejo final, les recomienda que den las gracias a Dios por todo lo que Él va a hacer por ellos y por lo que van a recibir. Entonces, Fray Solanus, con voz muy suave, le habla a la pequeña Elizabeth durante unos minutos, y al final le dice con voz tranquila pero confiada: ‘Tú vas a estar bien, Elizabeth’.
La familia Fanning emprende su camino de regreso al hogar, pero durante el trayecto en tren empezaron a notar que le niña muestra un estado de alerta poco común en ella. Poco a poco empieza a mirar las cosas con interés, e incluso empieza a sonreír. Sus padres se encontraron sorprendidos, pero también felices por el repentino cambio que notan en la niña, quien no sólo saluda y le sonría a la gente, sino que muy pronto empezó a caminar.
Cuando Elizabeth fue llevada de vuelta a la clínica, los doctores que la habían tratado la miraban incrédulos dado que la niña lucía tan diferente y porque todos los síntomas de la enfermedad habían desaparecido.
Un sacerdote que conocía a Fray Solanus declaró lo siguiente: ‘Si las personas eran curadas ante él, sus ojos se le llenaban de lágrimas y parecía maravillado por el poder de la Eucaristía. En su mente, la sanación no tenía ninguna conexión con él’.
SU MUERTE
Durante sus últimos días de vida, Fray Solanus expresó: ‘Ofrezco mis sufrimientos para que todos sean uno. Ojalá tan solo pudiera ver la conversión del mundo entero’. Enfermo de cáncer, su último acto consciente fue sentarse en la cama y exclamar: ‘Doy mi alma a Jesucristo’.
Fray Solanus Casey falleció en Detroit, Michigan, el 31 de julio de 1957 a la edad de 86 años, y está sepultado en el Monasterio de San Buenaventura de la misma ciudad.
Al momento de su muerte, decenas de miles de personas habían experimentado directamente la presencia santa de Fray Solanus. Las líneas de personas que desfilaron frente a su cuerpo durante la velación continuaron interrumpidamente durante dos días seguidos.
Al poco tiempo se iniciaron los trámites de la causa para su canonización, la cual sigue en marcha, y el 31 de julio de 1995 el Papa Juan Pablo II le declaró ‘Venerable’.
CONCLUSION
No es posible anticipar el juicio de la Iglesia, pero todos los que conocieron a Fray Solanus esperan y desean que su brillante ejemplo de vida se convierta en un signo de esperanza y en aliento para todos los cristianos de hoy en día.
Ojalá que todos los que tienen interés en la vida de Fray Solanus Casey y que fueron inspirados por ella, oren por el éxito de su causa.
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