Navidad a la orilla del Mar Menor
Juan García Inza
Nací a unos metros de su orilla. He vivido gran parte de mi vida muy cerca de sus aguas tranquilas. Este es mi Mar, y me inspira, me refresca ideas y me lleva más allá de lo cotidiano. Aprendí a caminar rozando sus tímidas olas. Podías contemplar su fondo habitado por unos seres vivos que casi llegaban a ser de la familia. Cogíamos los cangrejos y los caballitos de mar con la mano. Eran abundantes y no tenían precio. El Mar era nuestro preferido lugar de juego. Y ya me hacía pensar su humildad y su silencio.
Con el paso del tiempo y de la vida nos fuimos distanciando. Había que vivir en diferentes lugares para ejercer mi misión. Pero mi Mar siempre ha venido con migo. Allí donde he vivido y trabajado me ha acompañado un buen mural con su paisaje. Hoy, en mi lugar de trabajo en el centro de la ciudad de Murcia, tengo colocada una foto panorámica de mi Mar Menor. Y la contemplo todos los días.
Ahora Dios me ha concedido la gracia de poder disfrutar de más tiempo libre y pasar todos los fines de semana y tener la oportunidad de contemplar mi Mar sin prisas. Sobre todo me gustan las soleadas mañanas de invierno, o de primavera y otoño. En verano es otra cosa. El Mar entonces es invadido por los que buscan el agua con otros fines. El ruido del turismo no te deja pensar y hay que buscar refugio en algún rincón para hacer posible, por un tiempo, que la mente te lleve por rutas fantásticas.
En mis silencios junto al mar brotan en el alma muchas cosas. Y estos días navideños puedo ver a Jesús Niño jugando con la arena de un rincón del Mar de Galilea en alguna excursión familiar. Y en esta playa de mi Mar Menor han tenido el detalle de colocar un Nacimiento y varios Belenes que te facilitan la contemplación del Misterio. Y veo a los niños sonreír mirando al Niño. Y el Mar Menor parece cantar, con su humilde oleaje, un Villancico a Jesús.
Bajo el sol murciano de un diciembre amable es un placer pasear por la orilla y mirar lejos, donde las barcas domesticas realizan su tarea, o simplemente se dejan llevar gozando de la suave brisa que aporta un aire nuevo a la Navidad.