San Ángel, es una colonia de la Ciudad de México que se encuentra dentro de la delegación Álvaro Obregón. En su momento, fue un pueblo de estilo barroco, neocolonial y neoclásico. Actualmente, sin perder su relevancia histórica y turística, es una zona rodeada por algunas casas, restaurantes y centros con diversas actividades culturales. Las antiguas residencias, atraen la vista de todos; especialmente, de aquellos que se dedican a la arquitectura en la línea de la restauración. Pues bien, en ese contexto, se encuentra la casa-museo de la Venerable Sierva de Dios Concepción Cabrera de Armida, ubicada en Altavista 16 (antes, 2). Sin duda, un lugar que fue testigo de muchas experiencias extraordinarias en lo ordinario de la vida de una madre de familia que se convirtió en la fundadora de las Obras de la Cruz y cuya causa de beatificación se encuentra avanzando en Roma.
Concepción Cabrera, nació en San Luis Potosí, el 8 de diciembre de 1862 pero se mudó a la Ciudad de México en el año 1897. En la capital del país, pasó de una casa a otra; sin embargo, la de Altavista fue su última residencia a partir de 1936. De hecho, ahí murió, el 3 de marzo de 1937, habiendo dejado un contundente testimonio sobre la fidelidad al Evangelio en medio de la realidad histórica que le tocó vivir, trabajando siempre en pro de la santificación de los sacerdotes, al invertir tiempo, dinero y esfuerzo en su formación, además de involucrar a los laicos para que tomaran conciencia sobre el significado del sacerdocio bautismal que ella vivió profundamente. Decía “hacer a otros felices, es ser feliz…”. Desde luego, todo dentro de su jaculatoria característica: “Jesús, Salvador de los hombres, ¡sálvalos!”.
La casa-museo, actualmente es un convento de las Religiosas de la Cruz del Sagrado Corazón de Jesús; sin embargo, cuenta con un área que se puede visitar y en la que se guardan varios recuerdos de Concepción Cabrera de Armida. Es muy significativo recorrer las calles de San Ángel y, de pronto, encontrarte con la que fue su casa, el lugar al que hacen referencia varios de sus escritos; sobre todo, por el hecho de que le dieron permiso de tener una capilla anexa. Ahí, justamente delante de Jesús, dio profundidad a toda la obra que le fue encomendada, siendo madre en el orden biológico y, por supuesto, espiritual. Si las paredes hablaran, ¡cuántas anécdotas contarían acerca de una señora mayor que, desde joven, se había dejado encontrar por Cristo! La tarea de Concepción Cabrera no fue fácil, tampoco abstracta o perdida en medio de una falsa espiritualidad, sino que se tomó enserio el punto básico y, al mismo tiempo, más profundo de todo cristiano: el bautismo. Y lo hizo en medio de la sociedad, sin huir de sus compromisos. Supo poner a Dios como centro y motivo de su vida. La casa de San Ángel es un testigo de todo aquello.