San Lucas recoge en su evangelio un hecho que me llama mucho la atención porque Jesús habitualmente acoge a todo el mundo, no discrimina a nadie, come con publicanos y pecadores, perdona y pasó por la tierra haciendo el bien, ¿no? Pues tampoco tiene pelos en la lengua, como leemos en Lucas 12, 1: “Mientras tanto, miles y miles de personas se agolpaban hasta pisarse unos a otros. Jesús empezó a hablar, dirigiéndose primero a sus discípulos: “Cuidado con la levadura de los fariseos, que es la hipocresía”.”
San Mateo por su parte cuenta en Mt 16, 1-4 que “se le acercaron los fariseos y los saduceos y, para ponerlo a prueba, le pidieron que les mostrase un signo del cielo. Les contestó (…) “Esta generación perversa y adúltera exige una señal; pues no se le dará más signo que el de Jonás”. Y dejándolos se marchó”.
Y Marcos escribe en Mc 8, 15 que ordena a sus apóstoles que eviten a los hipócritas: “Y él les ordenaba diciendo: “Estad atentos, evitad la levadura de los fariseos y de Herodes”.
Así pues Jesús:
1- advierte contra la hipocresía;
2- se aparta de los hipócritas;
3- ordena a sus apóstoles que ellos también se aparten de los hipócritas.
Dice el Señor que los hipócritas son como el perro del hortelano: “¡Ay de vosotros, escribas y fariseos hipócritas, que cerráis a los hombres el reino de los cielos! Ni entráis vosotros, ni dejáis entrar a los que quieren” (Mt 23, 13); que cuando atraen a alguien hacia ellos lo hacen dos veces más digno del infierno que ellos mismos (Mt 23, 15); que se fijan en lo insignificante y descuidan lo importante: la justicia, la misericordia y la fidelidad (Mt 23, 23).
Las palabras de Jesús recogidas en Mt 23, 1-36 son de las más fuertes que salen de sus labios. Voy a destacar algunas frases que pueden resultarnos prácticas en nuestra vida diaria pero no dejes de leer atentamente esos versículos para que, si opinas como yo, no te quede ningún cargo de conciencia.
Mt 23, 3-5: “haced y cumplid todo lo que os digan; pero no hagáis lo que ellos hacen, porque ellos dicen, pero no hacen. Lían fardos pesados y se los cargan a la gente en los hombros, pero ellos no están dispuestos a mover un dedo para empujar. Todo lo que hacen es para que los vea la gente”. Mt 23, 12: “El que se enaltece será humillado, y el que se humilla será enaltecido”.
Para mí las palabras más duras que dice Jesús sobre los hipócritas son estas: Mt 23, 27-28: “¡Ay de vosotros, escribas y fariseos hipócritas, que os parecéis a los sepulcros blanqueados! Por fuera tienen buena apariencia, pero por dentro están llenos de huesos de muertos y de podredumbre; lo mismo vosotros: por fuera parecéis justos, pero por dentro estáis repletos de hipocresía y crueldad”. Mt 23, 33-36: “¡Serpientes, raza de víboras! ¿Cómo escaparéis del juicio de la gehenna?”
Jesús condena la hipocresía y los cristianos debemos rechazarla y no caer en ella. Pero ¿qué hacemos cuando topamos con cristianos hipócritas, sobre todo si son personas cercanas? Yo lo tengo muy claro: primero rezar por ellos para que cambien, segundo hacérselo ver con cariño, con caridad, sin perder las formas y tercero, si se enrocan en su actitud poner tierra de por medio para que no nos hagan daño. Y que digan de uno lo que les brote, que nos resbale, porque hemos hecho lo posible por mostrarles su error pero la decisión de cambiar es suya en su libertad de hijos de Dios. Y en la nuestra lo es alejarnos de lo que nos hace daño.
Vuelve a ser San Mateo en Mt 23, 34-36 quien nos cuenta las cosas que dice Jesús que hacen los hipócritas: “Mirad, yo os envío profetas y sabios y escribas. A unos los mataréis y crucificaréis, a otros los azotaréis en vuestras sinagogas y los perseguiréis de ciudad en ciudad. Así recaerá sobre vosotros toda la sangre inocente derramada sobre la tierra (…) En verdad os digo, todas estas cosas caerán sobre esta generación”.
¿Te sientes identificado? ¿Alguna vez te has sentido azotado, crucificado por las palabras y acciones de algún hipócrita, perseguido de ciudad en ciudad cuando a pesar de pedirle una y otra vez que te deje en paz ha seguido llamándote o mandándote emails y WhatsApps? Porque esto pasa, créeme.
San Mateo también escribe lo que nos dice Jesús a los que no somos hipócritas: “Vosotros, en cambio, no os dejéis llamar rabbí, porque uno solo es vuestro maestro y todos vosotros sois hermanos. Y no llaméis padre vuestro a nadie en la tierra, porque uno solo es vuestro Padre, el del cielo. No os dejéis llamar maestros, porque uno solo es vuestro maestro, el Mesías. El primero entre vosotros será vuestro servidor”.
Así pues ¡aléjate todo lo que puedas de la gente hipócrita!, ya sean tus padres, hermanos, amigos… No es una falta de caridad, no lo vayas a entender mal y, creyendo que estás siendo buen cristiano te vas consumiendo entre dudas de conciencia. PARA NADA.
Pon toda la distancia que puedas, hazte impermeable a sus manipulaciones y chantajes emocionales, no les des réplica, ¡descolócalos! haciendo lo contrario a lo que ellos esperan que hagas. Si saben que haciendo o diciendo algo tú reaccionas de tal forma, no lo hagas, haz otra cosa o no hagas nada. Así terminarán por cansarse, a lo mejor no a la primera ni a la quinta, pero pasará. Ten paciencia y sé fuerte, no es fácil resistir los ataques constantes de los hipócritas pero se puede, aunque a veces te sientas como un rompeolas.
Dice el Señor en Mt 13, 33: “El reino de los cielos se parece a la levadura; una mujer la amasa con tres medidas de harina, hasta que todo fermenta”. Y San Pablo escribe en Gálatas 5, 9: “Un poco de levadura hace fermentar toda la masa”. ¿Tú has visto alguna vez el efecto de la levadura en la masa? Yo sí, hago pizza casera con frecuencia y ¡es chulísimo! Dejas una bola de masa con levadura reposando y al cabo de un rato ha doblado su volumen.
La levadura hace crecer, da volumen, expande. Pues si la levadura es la de los fariseos, o sea la hipocresía, el mal que hacen se extiende, pero si es la levadura de los cocineros de Dios entonces lo que se extiende es el bien, la paz, la luz y el amor de Dios.
¿Y quiénes son los cocineros de Dios? Lo sabes de sobra: aquel “a quien el señor encarga de dar a la servidumbre la comida a sus horas” (Mt 24, 45): el sacerdote que es como Dios manda y da gusto asistir a su misa porque alimenta tu alma, la parroquia en la que se reza a gusto, en la que no te meten prisa para cerrar nada más terminar la misa o la adoración eucarística, el cura al que puedes llamar o mandar un WhatsApp en cualquier momento porque sabes que en cuanto pueda te va a atender, el amigo que te escucha y te acompaña en la dificultad y que reza por ti, la amiga que sin tener por qué te hace un favor o te dice una palabra de aliento o te manda un chiste por WhatsApp porque te ha visto mala cara… ¡hay muchos cocineros de Dios!
Son muchos, pero muchos más que los hipócritas. Y actúan sin que se note, como la levadura.
Aléjate de los hipócritas, arrímate a los cocineros de Dios y quédate tranquilo.