Cuando comencé a escribir el primer post o glosa, en este blog o bitácora, según que empleemos o no, los términos ingleses que la informática nos impone, o por el contraio empleemos las traducciones de esto términos en español, la primera glosa se refirió a la simbología del número cuarenta.
En esta primera glosa hice alusión al tremendo valor que la simbología tiene en los pueblos orientales, y el escaso valor que a esta se le da, en occidente. Para comprender muchos pasajes de la Biblia, no ya en su parte primera del Antiguo Testamento, sino también en la segunda del Nuevo Testamento, es necesario que no perdamos de vista la simbología que subyace en muchos pasajes; por ello reanudo este tema del valor simbológico de los números.
El número tres aparece en la Biblia en 391 veces, lo que da idea de la importancia que esta cuantía tiene o debe de tener. Básicamente el número tres expresa “totalidad”, quizás porque tres son las dimensiones del tiempo: presenta, pasado y futuro. Decir tres equivale a decir la “totalidad” o “siempre”.
Hahn Scott, era un pastor protestante norteamericano, que junto con su mujer Kimberly escribió un libro titulado: “Roma dulce hogar”, en el que narra las peripecias y problemas que tuvieron los dos para hacerse católicos. Posteriormente él, ha escrito otros libros y en uno de ellos nos dice: “Nos damos cuenta de que muchas cosas buenas vienen en tríos. El tiempo transcurre claramente en tres dimensiones: pasado, presente y futuro. Medimos el espacio por largo, ancho y alto, y la luz por partículas, ondas y haces. La aparente preferencia de la naturaleza por lo ternario ha llevado a un teólogo contemporáneo a hablar de la “triunidad del universo”. Tres fueron los días que el profeta Jonás estuvo en el vientre de la ballena; Tres se suponen que fueron los clavos de Cristo, aunque bien pudieron ser cuatro; Tres fueron los Reyes Magos; Tres las negaciones de San Pedro; Tres fueron las preguntas de Cristo a San Pedro; Tres son las virtudes teologales: fe, esperanza y caridad; Tres miembros constituían la sagrada Familia; Y sobretodo, tres fueron los días que el Señor permaneció sepultado antes de su gloriosa Resurrección.
En el mundo islámico, tres son los grandes profetas: Mahoma, Moisés, y Jesucristo, y en honor de ellos tres, en los cimborrios de las mezquitas juntamente con la media luna, aparecen tres bolas de distintos tamaños, la mayor representando a Mahoma, la mediana a Moisés, y la pequeña a Jesucristo, a quien se considera un gran profeta pero se le niega su condición de Hijo de Dios. En las mezquitas turcas, a diferencia de las árabes, la media luna se sustituye por una luna llena.
Como antes decíamos, el tres es un número que en sentido simbólico, indica totalidad, desde el momento que la Santísima Trinidad está compuesta por tres Personas. Dios es absoluto, y Él es el Todo de todo lo creado sea visible o invisible, de aquí que el número tres indique totalidad, absolutismo. Porque Dios es uno solo, pero en tres personas divinas, que es lo que conocemos con el nombre del “Misterio de la Santísima Trinidad”. Para los cristianos, este misterio es la base fundamental donde descansan nuestras convicciones y su importancia se acrecienta en el mundo cristiano oriental, donde por ejemplo, tomemos un botón de muestra.
Los católicos y no todos sino generalmente los españoles e italianos nos signamos y nos santiguamos con la mano derecha formando una cruz entre el pulgar y el dedo índice y al final solemos besar esta cruz hecha con los dedos, pues bien este gesto en la iglesia oriental se realiza formando un trío con las yemas de los dedos, pulgar, índice y medio, rememorando con ello a la Santísima Trinidad. Si alguno ha puesto atención en las fotos o reportajes de la jura de guardias suizos en el Vaticano, observará que estos al prestar el juramente de fidelidad al papa, también utilizan este gesto de juntar los tres dedos para rememorar a la Santísima Trinidad.
La más importante simbología del número tres, a nadie se le oculta que está referida al misterio de la Santísima Trinidad, que Dios ha querido irnos revelando poco a poco a lo largo de la historia de la humanidad, primeramente por medio de Abraham nuestro padre en la fe, en sus relaciones con el Sumo sacerdote Melquisedec, y más tarde con la llamada Teofanía del encinar de Mambré. En mi último libro publicado titulado “Mosaico Espiritual” (Isbn: 978-84-612-2059-5. Parte de este libro, está en la biblioteca de Google donde puede consultarse), dedico un extenso capítulo a la historia del misterio Trinitario, que aquí no me es dado copiar
Mi más cordial saludo lector y el deseo de que Dios te bendiga.
En esta primera glosa hice alusión al tremendo valor que la simbología tiene en los pueblos orientales, y el escaso valor que a esta se le da, en occidente. Para comprender muchos pasajes de la Biblia, no ya en su parte primera del Antiguo Testamento, sino también en la segunda del Nuevo Testamento, es necesario que no perdamos de vista la simbología que subyace en muchos pasajes; por ello reanudo este tema del valor simbológico de los números.
El número tres aparece en la Biblia en 391 veces, lo que da idea de la importancia que esta cuantía tiene o debe de tener. Básicamente el número tres expresa “totalidad”, quizás porque tres son las dimensiones del tiempo: presenta, pasado y futuro. Decir tres equivale a decir la “totalidad” o “siempre”.
Hahn Scott, era un pastor protestante norteamericano, que junto con su mujer Kimberly escribió un libro titulado: “Roma dulce hogar”, en el que narra las peripecias y problemas que tuvieron los dos para hacerse católicos. Posteriormente él, ha escrito otros libros y en uno de ellos nos dice: “Nos damos cuenta de que muchas cosas buenas vienen en tríos. El tiempo transcurre claramente en tres dimensiones: pasado, presente y futuro. Medimos el espacio por largo, ancho y alto, y la luz por partículas, ondas y haces. La aparente preferencia de la naturaleza por lo ternario ha llevado a un teólogo contemporáneo a hablar de la “triunidad del universo”. Tres fueron los días que el profeta Jonás estuvo en el vientre de la ballena; Tres se suponen que fueron los clavos de Cristo, aunque bien pudieron ser cuatro; Tres fueron los Reyes Magos; Tres las negaciones de San Pedro; Tres fueron las preguntas de Cristo a San Pedro; Tres son las virtudes teologales: fe, esperanza y caridad; Tres miembros constituían la sagrada Familia; Y sobretodo, tres fueron los días que el Señor permaneció sepultado antes de su gloriosa Resurrección.
En el mundo islámico, tres son los grandes profetas: Mahoma, Moisés, y Jesucristo, y en honor de ellos tres, en los cimborrios de las mezquitas juntamente con la media luna, aparecen tres bolas de distintos tamaños, la mayor representando a Mahoma, la mediana a Moisés, y la pequeña a Jesucristo, a quien se considera un gran profeta pero se le niega su condición de Hijo de Dios. En las mezquitas turcas, a diferencia de las árabes, la media luna se sustituye por una luna llena.
Como antes decíamos, el tres es un número que en sentido simbólico, indica totalidad, desde el momento que la Santísima Trinidad está compuesta por tres Personas. Dios es absoluto, y Él es el Todo de todo lo creado sea visible o invisible, de aquí que el número tres indique totalidad, absolutismo. Porque Dios es uno solo, pero en tres personas divinas, que es lo que conocemos con el nombre del “Misterio de la Santísima Trinidad”. Para los cristianos, este misterio es la base fundamental donde descansan nuestras convicciones y su importancia se acrecienta en el mundo cristiano oriental, donde por ejemplo, tomemos un botón de muestra.
Los católicos y no todos sino generalmente los españoles e italianos nos signamos y nos santiguamos con la mano derecha formando una cruz entre el pulgar y el dedo índice y al final solemos besar esta cruz hecha con los dedos, pues bien este gesto en la iglesia oriental se realiza formando un trío con las yemas de los dedos, pulgar, índice y medio, rememorando con ello a la Santísima Trinidad. Si alguno ha puesto atención en las fotos o reportajes de la jura de guardias suizos en el Vaticano, observará que estos al prestar el juramente de fidelidad al papa, también utilizan este gesto de juntar los tres dedos para rememorar a la Santísima Trinidad.
La más importante simbología del número tres, a nadie se le oculta que está referida al misterio de la Santísima Trinidad, que Dios ha querido irnos revelando poco a poco a lo largo de la historia de la humanidad, primeramente por medio de Abraham nuestro padre en la fe, en sus relaciones con el Sumo sacerdote Melquisedec, y más tarde con la llamada Teofanía del encinar de Mambré. En mi último libro publicado titulado “Mosaico Espiritual” (Isbn: 978-84-612-2059-5. Parte de este libro, está en la biblioteca de Google donde puede consultarse), dedico un extenso capítulo a la historia del misterio Trinitario, que aquí no me es dado copiar
Mi más cordial saludo lector y el deseo de que Dios te bendiga.