Lo que está en curso no es un momento de declinación de la religión y de laicización, por el contrario, es un momento de "auge religioso". 

La fase presente del boom religioso se construye sobre la crisis de ese cristianismo confesional que se afirmó a partir del siglo XVII como elemento de respaldo al primado de la política sobre la sociedad, en forma de Estado.

Algunas corrientes de la variante católica romana del cristianismo resultan en el papel menos comprometidas por esta crisis y pueden interpretarla como rica en oportunidades. Sin embargo, si entre los candidatos para guiar este boom religioso está el catolicismo romano, entre éstos está presente también la "low intensity religion", la religión de baja intensidad.

La gran ventaja de esta opción consiste en el hecho que concede al consumidor religioso una capacidad casi infinita de elección y de recombinación entre bienes y servicios puestos en el mercado por los más diferentes actores de la oferta religiosa.

La religión de baja intensidad ofrece también grandes oportunidades a las autoridades religiosas. Si éstas saben rebajar las propias pretensiones normativas, se les garantiza a ellas un gran futuro y un protagonismo discreto como emprendedores religiosos.

En esta competencia los nuevos actores de la oferta religiosa – desde los pentecostales y carismáticos hasta la New Age – tienen buenas cartas para jugar: una extrema flexibilidad y una gran indulgencia respecto a la expresividad. 

Pero también los actores religiosos tradicionales tienen apreciables recursos a disposición: un "brand" consolidado, una enorme reserva de símbolos y ritos, un gran conocimiento de los mercados locales. Por cierto, con la condición de liberarse de los “viejos” escrúpulos de la ortodoxia y de la ortopraxis; con la condición que acepten tener menos relevancia para tener mayor visibilidad. 

También en el interior del catolicismo muchos actores religiosos han adoptado y están adoptando las formas de una religión de baja intensidad.

No es casualidad que en este clima el sacramento del matrimonio se convierta en un problema para la Iglesia Católica. Este sacramento es literalmente inconcebible en una perspectiva de religión de baja intensidad, la cual reserva una atención grande, pero genérica, al bienestar de la familia.

Considerar atentamente los rasgos del boom religioso actualmente en acto es indispensable para comprender el significado de procesos y de crisis como los que interesan al clero católico. En gran parte, estos procesos y estas crisis son expresión del intento de asimilar el catolicismo a una religión de baja intensidad.

Y mucha lucidez sirve también para abstenerse de recurrir a soluciones hoy bajo la luz de los reflectores, como las que querrían que la ordenación presbiteral no esté más limitada a los varones célibes. Las tradiciones cristianas que ordenan hombres casados y a veces también a mujeres, y que en consecuencia disponen proporcionalmente de mayor cantidad de clero, se encuentran exactamente frente a los mismos problemas y con frecuencia en forma decididamente más aguda.

Fuente:  Luca Diotallevi en  Revista del clero italiano