Lo primero que se debe hacer para realizar un análisis frío del fracaso del Partido Popular es cifrarlo de una manera cabal y certera, para lo cual, parece lo más aconsejable comparar los resultados de estas municipales con los obtenidos en las anteriores municipales del año 2011. Establecida esta premisa, el Partido Popular ha pasado de concitar el voto del 37,53% del electorado en 2011, a cosechar el del 27,03% en 2015. En román paladino, ha perdido un 10,5% de votos sobre el censo total de votantes, lo que equivale a casi un 28% de sus votantes de 2011, es decir uno de cada cuatro e incluso algo más. Mientras que el PSOE “sólo” ha perdido un 2,77%, lo que representa un escaso 10% de sus votantes
(1).
Y bien, establecida la magnitud del fracaso, ¿podemos establecer ahora las razones?
Lo primero que se ha de decir es que España se presenta como uno de los pocos países del mundo capaces de echar del gobierno a un partido en una situación económica definible como de bonanza o al menos, como es el caso, de indudable mejoría (considerada, sobre todo, la situación inicial). Una tesis que más allá de las elecciones que acabamos de vivir, avalan los resultados del año 2004 cuando el electorado español echó al mismo Partido Popular siendo así que las cifras económicas eran insuperables, y a sensu contrario también, todas aquéllas ocasiones en que votó al Partido Socialista de Felipe González con una coyuntura económica que no cabe definir, precisamente, como de halagüeña. Por no hablar del inédito caso andaluz, la región de Europa con mayor fracaso económico, mayor paro (y por cierto, niveles de corrupción imbatibles), que ha optado por reducir a cenizas todos los records de permanencia ininterrumpida de un partido en el poder, con 37 años que serán 41 cuando se acabe la presente legislatura, y podrán continuar superándose con sucesivas renovaciones. Dicho todo lo cual ¿cabe establecer que se mira el español el bolsillo a la hora de votar? Tal parece que, más bien, es lo último que hace.
Esto dicho, la sangría de votos perdidos por el PP parecen obedecer a dos grupos de razones. Por un lado, los de los que reprochan a su Gobierno la dureza de las medidas adoptadas para combatir la crisis, la "reducción de las prestaciones sociales" (entrecomillado porque en realidad esa reducción que no se ha producido), la insensibilidad hacia colectivos que serían los más castigados por ella (deshauciados, parados, afectados por las estafas bancarias producidas durante los gobiernos ZP)… un colectivo que, curiosamente, no se priva de reprocharle también las subidas de impuestos a los que en pura matemática, ni siquiera diré ciencia económica, obligaría una política más sensible hacia los parias de la crisis (subida del IVA, ¡qué decir de la denostada subida del llamado “IVA cultural”!).
Por otro, en un grupo diferente, los que reprochan al PP su deriva ideológica que le habría llevado a hacer suyos todos los postulados del Gobierno ZP que en su momento combatió con cierto ardor, para adoptarlos sin cuestionamiento alguno una vez en el poder: la acelerada implantación de los postulados de la ideología de género, la no-reforma de la ley de aborto, la no-adopción de medidas de política familiar, la no-reconducción del desnortado estado de las autonomías, la no-adopción de medidas para la reforma de la administración, la política antiterrorista, la política económica basada en incrementar impuestos y no en reducir el tamaño del estado, incluso la mayor parte de la política exterior... (
le invito a pinchar aquí y leer el informe algo menos frío que escribí en esta misma columna hace algo menos de dos años).
Y en ambos grupos, la corrupción, de la que por esas cosas del extraño idilio que vive el PSOE con los españoles, culpa más el electorado al PP que al PSOE, algo que no viene avalado ni por las cifras (compárese Gurtel con EREs), ni por los comportamientos (compárese reacción PP-Rato, con reacción PSOE-Chaves).
Resta conocer la magnitud de la pérdida de votantes por un grupo de razones y por otro, lo que quizás se presenta como el dato más importante para que el Partido Popular pueda recomponer su propuesta ideológica y su estrategia. Sí me atrevo a establecer que son pocos los votantes que lo han abandonado por ambas razones a la vez: para simplificar, diría que a los primeros, los de la “insensibilidad del PP”, los ha perdido “por la izquierda”; y a los segundos, los del “incumplimiento del programa”, “por la derecha”. Como también sospecho que son algo más aquéllos que éstos…
Hacia dónde han migrado esos votantes no es difícil de establecer: aunque la abstención sólo ha aumentado un 1% -34% en 2011, 35% en 2015- cabe pensar que buena parte de ese 1% -si no la totalidad-, lo hayan nutrido los confundidos votantes del PP, e incluso algún punto más, aceptando, como parece fácil de aceptar, que Podemos ha movilizado mucho voto nuevo: no sería disparatado pensar que de los 28 votantes de cada cien que ha perdido el PP, diez (un 3% sobre el censo electoral) se hayan refugiado en la abstención. Amén de ello, y aunque también podría haberse beneficiado de algún voto pesoíta, todo parece indicar que el gran beneficiado de los ex-votos del PP ha sido el partido Ciudadanos, del que 3 de cada 4 votos podrían ser pepeítas desencantados. En menor medida, se ha podido beneficiar también el propio PSOE, adonde es más que posible que hayan vuelto a casa algunos votos prestados en el 2011, y hasta pequeños partidos con resultados tan exiguos que ni siquiera aparecen en los listados emitidos por el Ministerio de Interior (Vox, Alternativa Española…).
Decía la difunta Loyola De Palacio:
“El pueblo español no nos quiere; sólo nos llama para resolverle sus problemas”.
Y bien amigos, hasta aquí puedo leer: no pretendo en estas líneas dar muchas más claves: hacerlo obligaría a entrar en un estudio antropológico profundo del “ser español”, del que, desde luego, sí les anticipo que a medida que voy siendo más viejo -y me gustaría creer que también “más experto”-, se me presenta como más complejo e inescrutable, cuando no irremisiblemente incomprensible… ¡estos extraños compatriotas míos!
Así que sin más por hoy, me despido de Vds. deseándoles, como siempre, que hagan Vds. mucho bien y que no reciban menos. Por aquí nos vemos, como siempre.
(1)Comparar los resultados producidos ayer con los obtenidos en las generales del 20 de noviembre de 2015 no se me antoja lo más pertinente por la muy diferente estructura y participación partitocrática de unas elecciones generales y unas elecciones municipales. Pero sí colabora a anticipar que de la misma manera que el 37,53% obtenido por el PP en las municipales de 2001 pasó a convertirse en un 44,62% en las generales del mismo año, el 27,03% de estas municipales debería dar un 32,14% de votos en las próximas elecciones generales de noviembre-diciembre.
©L.A.
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