-“Tenía 12 años y un niño, de mi misma edad, me escribió una carta larguísima. Me decía que él “sería capaz de ir al fin del mundo por mí…”. Y terminaba la carta diciendo: “Si no llueve mañana… estaré debajo de tu balcón para verte”.
Entonces comprendí el valor de las promesas de amor”.Y es que el amor de madre es único.
No va… ni viene.
No se cansa… ni abandona.
No se muda… ni cambia.
La madre no promete... siempre da… y se da.
Lanza de Vasto, filósofo y poeta, se interrogaba:
“¿Qué puedes dar a tu madre a cambio de su sangre, de su leche, de sus cuidados, de sus lágrimas, de la realidad de su amor?”
San Juan de la Cruz afirma:
“El alma que anda en amor, ni cansa… ni se cansa”.
Alimbau, J.M. (2011). La madre (la tuya y la mía). Barcelona: Editorial Claret.