La sotana que llevaba san Juan Pablo II el día del atentado en la plaza de San Pedro, el 13 de mayo de 1981, está en una de las capillas del Santuario de San Juan Pablo II en Cracovia. La reliquia fue entregada, en 2015, por el cardenal Stanislaw Dziwisz, arzobispo de Cracovia y durante mucho tiempo secretario personal del pontífice. La reliquia no había sido expuesta en público en 34 años.

Declaró el cardenal Dziwisz: que sea un testigo de este ataque, pero también un testimonio de la magnitud de San Juan Pablo II. El purpurado destacó cómo el Santo Padre relacionó los acontecimientos con las revelaciones de las apariciones de Nuestra Señora de Fátima. Antes no lo conocía, especialmente el tercer secreto, agregó el arzobispo. Cuando mejoró un poco su salud, pidió que le llevaran ese tercer secreto.

El cardenal también recordó otros detalles del trágico acontecimiento:

Fue un día de especial angustia, pero también de gracia. El Santo Padre seguía en la ambulancia cuando era consciente con su voz cada vez más débil, pero dijo que  perdonaba a quien lo hizo; que no sabía quién era, pero lo perdonó.

El purpurado afirmó que san Juan Pablo II estaba feliz de poder ofrecer su sufrimiento por el bien de la Iglesia. La sotana blanca conserva los agujeros de la bala y las manchas de sangre de la herida causada, siendo una reliquia que no debe ser conservada en un museo sino expuesta en un templo, tal como ha sido dispuesto en el Santuario.

Por su parte en el santuario de Czestochowa, donde los polacos veneran a su Virgen Negra de Jasna Gora, se puede leer al traspasar la entrada: Tu zawsze byliśmy wolni ¡Siempre hemos sido libres aquí! Son las palabras de san Juan Pablo II que dan la bienvenida a los peregrinos. Varias veces, siendo Sumo Pontífice fue uno de los millones de peregrinos que se acercan cada año a venerar el cuadro milagroso.

El 16 de junio de 1983, cuatro años después de su primera visita, san Juan Pablo II regresaba  a Polonia. En este viaje acudió a Czestochowa, para conmemorar el sexto centenario de la presencia de la imagen de la Virgen Negra en el Santuario de Jasna Gora. Allí depositó como ex-voto el fajín blanco teñido con su sangre por el atentado de la plaza de San Pedro del 13 de mayo de 1981.

Actualmente, tras su canonización, se venera como una auténtica reliquia. Sobre estas líneas, en la foto, a la izquierda, de la Imagen de la Virgen Negra.

Finalmente, un dato curioso que en alguna ocasión hemos reseñado es que en la corona de la Virgen de Fátima se encuentra la bala con la que san Juan Pablo II casi murió. Como señalábamos durante su recuperación el Papa descubrió que el atentado guardaba relación con la Virgen de Fátima, lo que le hace acercarse a esta devoción. De hecho, él indicaba que se sintió protegido por la mano de la Madre. Los médicos perplejos observaron las heridas. La bala debió perforarle la aorta abdominal y la arteria mesentérica, con lo que habría causado su muerte. Sin embargo, la bala recorrió una trayectoria totalmente inusual, esquivándolas. En cuanto el Papa pudo viajar a Fátima, entregó al Santuario la bala que casi le causa la muerte. Ellos engarzaron el proyectil a la corona de la Virgen, un detalle que aún se puede observar hasta el día de hoy en la imagen de la Madre.

Con estas palabras finaliza san Juan Pablo II su homilía en la beatificación de los Pastores, el 13 de mayo de 2000: 

«La Virgen tiene mucha necesidad de todos vosotros para consolar a Jesús, triste por los pecados que se cometen; tiene necesidad de vuestras oraciones y sacrificios por los pecadores. Pedid a vuestros padres y educadores que os inscriban a la "escuela" de Nuestra Señora, para que os enseñe a ser como los pastorcitos, que procuraban hacer todo lo que ella les pedía. Os digo que "se avanza más en poco tiempo de sumisión y dependencia de María, que en años enteros de iniciativas personales, apoyándose sólo en sí mismos" (san Luis María Grignion de Montfort, Tratado sobre la verdadera devoción a la santísima Virgen, n. 155). Fue así como los pastorcitos rápidamente alcanzaron la santidad. Una mujer que acogió a Jacinta en Lisboa, al oír algunos consejos muy buenos y acertados que daba la pequeña, le preguntó quién se los había enseñado: "Fue Nuestra Señora", le respondió. Jacinta y Francisco, entregándose con total generosidad a la dirección de tan buena Maestra, alcanzaron en poco tiempo las cumbres de la perfección».

¡NUESTRA SEÑORA DE FÁTIMA, ruega por nosotros!

¡SAN JUAN PABLO II, ruega por nosotros!