Año del Señor 2015
Lerma, 20 de mayo 


Hola, buenos días, hoy Joane nos lleva al Señor. Que pases un feliz día. 


CRISTAL QUE NO VA A LA DERIVA; ¡CRISTAL QUE VUELA!


Como ya sabes, estamos cubriendo el claustro con... bueno... eso no te lo puedo concretar... hay quien dice "paraguas"; otras, "sombrero", pero, le llamemos como le llamemos, ver el proceso de montaje es sorprendente.


El otro día pusieron una estructura que durante días estuvieron construyendo en la plaza. Con una grúa la alzaron sobre el monasterio y la fueron bajando hasta quedar perfectamente fija sobre el claustro después de ser soldada. ¡Cuánta expectación!


Ayer la cosa fue más delicada: los cristales. No podía hacer viento y no podían quedarse sin electricidad, de lo contrario caerían. La imponente grúa situada en la plaza dirigía todas las maniobras. Los cristales, apilados en un camión, esperaban pacientemente. Eran enormes, unas dicen que de unos 60 kg; otras, que muchos más; la cosa es que eran enormes y, a su vez, frágiles.


Una cuerda caía de la grúa con una especie de ventosas, dos chicos medían para que las ventosas quedasen centradas, las apretaban y... con gestos daban la orden a la grúa para empezar la maniobra. Separaban el cristal del resto poco a poco, empezaba a alzarse, cada vez iba cogiendo más altura ante la vista de toda la gente que estaba en la plaza y de las monjas apiladas en la ventana.


El cristal desaparecía por encima del tejado. Corriendo íbamos al claustro y allí veíamos cómo lentamente descendía, mientras los chicos que esperaban, con cuidado, le ayudaban a entrar en los raíles preparados de la estructura. Lo fijaban y subían sobre él para quitar la ventosa, ¡daba vértigo mirar! 


Pero ahí estaba, formando parte de la estructura, dejándonos ver a través de él el cielo azul, y preparado para cobijarnos un poco más del frío en invierno.


Hoy quizá tú te sientas como ese cristal: en una camioneta, sin saber a dónde vas, dejándote llevar sin un rumbo fijo, desorientado, frágil. Pero no es día para resignarte. Cristo no quiere eso para ti. Él es el conductor de la grúa. Deja que ponga las ventosas sobre ti, que te alce en el aire, ¡sobre el tejado! Sí, sientes vértigo, parece que en muchos momentos te vas a romper, pero con Él nunca te caes si no dejas de mirarle, si no dejas que se "corte" la electricidad. Alto, muy alto...


Y ya por fin ves tu sitio en la estructura, parece lejano, que no vas a encajar, pero te fías: deja que tus hermanos te ayuden, el Señor los ha puesto a tu lado; que te pongan en los raíles, que te ayuden a que te sitúes. Por fin, ya en tu sitio, el corazón descansa. Tú no lo has buscado, quizá no es lo que imaginabas, pero el que dirige la grúa te ha sorprendido, te ha puesto en el mejor lugar: cristal para que los demás puedan ver a través de ti el cielo, puedan ver a Cristo en tus gestos, en tu acogida, en tu amor. Cristal que transmite calor tendiendo la mano aún viéndose frágil, porque sabe quién le sostiene.


Hoy el reto del amor es que dejes de ser el conductor de tu grúa. En tus decisiones, en eso que tanto te pesa, en tus miedos... sé cristal. Déjate alzar por Cristo, deja que Él lleve tu vida y te ponga en tu sitio. Merece la pena, descansa en Él, deja que te haga Feliz. ¡Vuela!


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