Un amigo mío un día me preguntó: ¿Qué estás escribiendo ahora? Le dije que estaba terminando un libro sobre la oración, que ya ha salido publicado y que se titula
“Relacionarse con Dios”, y al comentarle el contenido del libro, me dijo: Deberías de escribir sobre la oración extractiva, y a continuación me expuso sus ideas acerca de esta clase de oración. Más tarde, la autorizada y notable persona, que me hizo la reseña de este libro en la web del arzobispado de Madrid, mostró su sorpresa, una sorpresa elogiosa que me llenó de satisfacción, acerca de lo que había que entender por oración extractiva. Yo diría que el 90% de las personas que oran, echan mano de la oración de petición, en su forma más burda, en la petición de bienes del orden material, es decir, solo nos acordamos de Santa Bárbara cuando truena. La oración extractiva, es una oración de petición pero referida a una petición del orden espiritual. Realmente salvo las oraciones de alabanza y de acción de gracias, todas las demás, dada nuestra misérrima condición de pobreza, todo son oraciones de petición. La oración extractiva es una oración que tiene por finalidad extraer de Señor sus gracias y carismas. Él está siempre deseoso de dárnosla, pero hemos de pedirlas, hemos de extraérselas con nuestra oración. Él no se las niega a nadie, pero tampoco va por ahí repartiéndolas como en una tómbola, a los que las desean y a los que no les interesa el tema, porque ya se sabe lo que Él mismo dijo:
“No deis a los perros lo que es santo, ni echéis vuestras perlas delante de los puercos, no sea que las pisoteen con sus patas, y después, volviéndose, os despedacen. Pedid y se os dará; buscad y hallaréis; llamad y se os abrirá. Porque todo el que pide recibe; el que busca, halla; y al llama, se le abrirá”. (Mt 7,6-8).
Y tratándose de petición de bienes espirituales, estos nunca se los deniega a nadie. Esta oración está dirigida a la inminente necesidad que todos tenemos de recibir, las gracias y los carismas del Señor, sin los cuales nuestra salvación es imposible. El Espíritu Santo es el gran administrador de los dones, gracias y dádivas, que nos abren las puertas del Hijo, a fin de que por medio de Él que es el camino, la verdad y la vida, podamos llegar al Padre, pues sin Él, fuera de Él, es imposible alcanzar al Padre.
“…nadie conoce al Padre sino el Hijo y aquel a quien el Hijo quisiere revelárselo”. (Mt 11,27).
Y también nos lo advirtió el Señor cuando respondiendo a la pregunta de los apóstoles acerca de quién o quienes se podían salvar Él les dijo:
“A los hombres les es imposible, más no a Dios, porque a Dios todo le es posible”. (Mc 10,27).
Después, de lo que me dijo mi amigo, ahondé en este tema y encontré que Santa Teresa de Jesús, al exponer las características de diferenciación que median entre las tres clásicas forma de orar; sea la oración vocal, la oración mental o meditación, y la oración contemplativa, expone el símil, comparando la oración al agua que hay que extraer –oración extractiva- con mucho esfuerzo de un pozo, después según se avanza en el nivel oracional, con menos esfuerzo el agua se extrae de acequias y arcaduces. Y por último en la oración contemplativa esta nace sin esfuerzo alguno, mana el agua de un manantial o pozo artesiano, de la misma forma que nace del corazón humano, cuando un alma se encuentra enloquecida por el amor a Dios. Ejercitémonos en la oración extractiva, para extraer del Señor las divinas gracias y carismas imprescindibles para nuestro avance en nuestra vida espiritual, y después en nuestra eterna salvación, en las mejores condiciones posibles para obtener una mayor gloria. Mi más cordial saludo lector y el deseo de que Dios te bendiga.