Coincidiendo con la Fiesta de San Juan de Ávila, un grupo de sacerdotes murcianos, entre los que me encuentro, celebramos nuestras Bodas de Oro sacerdotales.
Cincuenta años son muchos años ejerciendo el sacerdocio de Cristo. Muchas Misas celebradas, infinidad de horas de confesionario, bautizos, bodas, entierros, catequesis, orientación espiritual a las personas que han venido pidiendo ayuda… Y todo esto es motivo de acción de gracias a Dios. No nos merecíamos algo tan grande como es el sacerdocio, pero el Señor nos llamó, y nos dio la generosidad para decir que sí y la fortaleza para mantener la palabra dada.
Si uno echa la vista atrás no te explicas como han pasado tan rápidos estos años. Parece que fue ayer cuando llegamos al Seminario para iniciar nuestra formación. Había mucha ilusión en nuestros corazones, y gozamos de verdad recibiendo la ciencia y la Gracia para disponernos a una tarea que nos superaba. Y llegamos al final poniéndonos de rodillas ante el Obispo para que nos impusiera las manos. Y todo cambió. Ya éramos sacerdotes de Jesucristo.
A partir de ese momento iniciamos toda una historia de pastoral directa con almas de distintos lugares. Parroquias muy diversas, pero con almas casi iguales: niños, jóvenes, parejas de novios, padres de familia, enfermos, clases, predicaciones… Muchos momentos de alegría, y también de prueba y sufrimiento. La vida sacerdotal es hermosa, pero no es un camino de rosas. Como en todos los camino de la vida, hay momentos gozosos y momentos duros. Pero si uno intenta ser fiel siempre encuentras a tu lado al Señor, y a la persona necesaria para apoyarte espiritualmente.
Y es una alegría ver cómo, fruto de tu apostolado, otros quieren seguir el mismo camino. Y gracias a eso los seminarios siguen siendo verdaderos semilleros de nuevas vocaciones que aseguran el futuro.
El Obispo se apoya en nosotros para atender a toda una grey diocesana muy variada, y no siempre fácil de servir y orientar. Pero Dios está por medio, y cada uno en su parcela trata de sembrar el Evangelio con la esperanza de que de el fruto esperado. Ves que tus fuerzas ya no son la de los años mozos, pero cuentas con la Gracia de Dios. Por eso, a estas alturas de nuestro sacerdocio, después de 50 años en la brecha, le pedimos a Dios que nos siga acompañando para continuar siendo instrumentos útiles en el Pueblo de Dios, que tanto confía en nosotros.
A ti, lector de este Blog, te pido en nombre de mis compañeros que reces una oración pidiéndole a Dios la gracia de nuestra fidelidad hasta el final de nuestros días. Gracias.
Juan García Inza
Juan.garciainza@gmail.com