Glosando la muerte del irremplazable Lazarov, una cadena televisiva, y como ella probablemente otros medios, venía a decir que el genial realizador “había revolucionado las rancias maneras de la televisión franquista”. En esta ocasión, tocó pagar el pato de la glosa obituaria postmoderna española a la televisión, en otras ocasiones fue el cine, en otras las letras, en otras las artes, en otras el deporte, en otras la ciencia... como si nada de lo hecho en España entre los años 1939 y 1975 pudiera ser bueno o malo, bonito o feo, sino otra cosa que “franquista”.
Cada uno es muy libre de opinar lo que estime oportuno sobre Franco. Ahora bien, su gobierno, que como es sobradamente conocido duró cuarenta años, vio pasar ante sí a nada menos que dos generaciones casi completas de españoles. De ellos, algunos se dedicaron a la política, sí, pero la gran mayoría sólo se dedicó, primero, a sobrevivir sobre las ruinas que heredaron de sus padres; y segundo, a trabajar denodadamente para convertir esas ruinas en la octava potencia industrial del mundo y en la boyante sociedad de clases medias que es hoy. Hablamos de dos generaciones benditas que, primero, dedicaron su esfuerzo a sacar adelante a sus hijos; luego, ayudaron a envejecer y a morir en un hogar a sus propios padres; y a cuyos últimos “ejemplares” encontramos todavía hoy, septuagenarios y octogenarios, a las puertas de los colegios para recoger a sus nietos, a los que, a menudo, alimentan y ayudan en sus tareas escolares.
Uno de los rutinarios tormentos con los que obsequiamos a esta generación de españoles, de todos los credos políticos por cierto, la primera de muchas que prefirió hacer la paz a hacer la guerra, es el consistente en la glosa, a cada ocasión que se presenta, de lo mal que lo hicieron todo, lo anticuado, lo rancio, lo obsoleto que es cualquier cosa que llevaran a la práctica. Hora va siendo de que aquéllos a los que aprovechó su esfuerzo y su legado, les rindamos el debido homenaje, y para ello, lo primero será dejar de vituperarles a cada ocasión que de lo que se trate sea de ensalzar la labor de cualquiera de los que vinieron detrás. Valerio, estoy seguro, también lo habría preferido así.