EL QUE CANTA REZA 2 VECES I: NANA DEL PRISIONERO
Esa frase se le atribuye a San Agustín pero no aparece en ninguno de sus escritos. Lo que sí escribió fue: “Pues aquel que canta alabanzas, no solo alaba, sino que también alaba con alegría; aquel que canta alabanzas, no solo canta, sino que también ama a quien le canta. En la alabanza hay una proclamación de reconocimiento, en la canción del amante hay amor”
Durante las próximas semanas os presentaré meditaciones surgidas a la sombra de canciones, religiosas o no, en momentos en que me resultaba difícil orar, pero en los que al escuchar esas canciones la oración brotaba sola, con la naturalidad con que brota el agua de un manantial.
Porque a veces para hablar con Dios no hacen falta muchos minutos de meditación, ni muchas palabras; puede bastar con escuchar o cantar una canción para conectar íntimamente con Él, o para enterarte de su voluntad para ti.
Así pues, os brindo estas meditaciones-canciones con la esperanza de que os sirvan para descubrir que con la música también se puede rezar. Y si os pica la curiosidad podéis ir a la fuente y buscar las canciones para escucharlas.
(Inspirado en la canción "Nana del prisonero", de Cecilia)
Duérmete en mi vientre, niño, pequeño prisionero.
Araña mis entrañas con tus pequeños dedos.
Yo soy tu prisión, yo soy tu celda oscura.
Tejeremos tus sueños con mi canción de cuna.
Báñate en mi mar espeso, lávate en mi agua.
Bebe bien mi sangre, niño, que nunca se acaba.
Yo soy tu prisión, yo soy tu celda oscura.
Tejeremos tus sueños con mi canción de cuna.
Mécete impaciente, niño, te llevo en mi cintura.
Tengo tu peso tierno desde hace nueve lunas.
Yo soy tu prisión, yo soy tu celda oscura.
Tejeremos tus sueños con mi canción de cuna.
Tejeremos tus sueños, niño, con mi canción de cuna.
Durante años soñé con lo que dice esta canción sin saber que existía; al oírla por primera vez me quedé sin respiración.... ¡estaban CANTANDO mis deseos de ser madre otra vez después de perder mi último bebé!
La aprendí enseguida y la ponía para REZAR pidiendo otro hijo. Tantas veces la puse que mi hija pequeña (3 años) se la aprendió de memoria.
Cantando mi esperanza el dolor a veces se suavizaba. Y llegó un día en que pude empezar a cantársela a mi pequeño prisionero, paladeando cada palabra, acariciando mi vientre pero acariciándolo a él.... en una GOZOSA ACCIÓN DE GRACIAS.
Te lo cuento porque quiero compartir contigo mi felicidad, y ¡para que me ayudes a dar gracias!
Fragmento del libro “Si supieras cuánto te amo…”, Guadalupe García, Ed. Bendita María.