¿Hasta dónde llega el poder de las tinieblas?... ¿Cómo entra el demonio en nuestra mente y como nos conoce? De entrada, antes de seguir más adelante, que nadie olvide las palabras del Señor que nos dejó dicho: “Y yo a mi vez te digo que tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia, y las puertas del infierno no prevalecerán contra ella” (Mt 16,18). El Señor, bien sabía lo que nos iba a suceder, después de su Ascensión y nos dejó resueltas muchas cuestiones y contestadas muchas preguntas, cuyas respuestas están en los textos evangélicos. Y estas palabras del Señor, anteriormente aquí transcritas, son la garantía que tenemos, de que jamás de los jamases, por muy terribles que sean los acontecimientos que nos rodeen y los signos que tengamos y dolores que tengamos que aguantar, aunque todo a nuestro alrededor se hunda, el poder de las tinieblas nunca obtendrá la victoria, porque el poder del demonio está siempre limitado por la voluntad de Dios
El demonio, ha sido, es y sigue siendo, con más saña aún de la que podamos imaginar, nuestro principal enemigo, la raíz de todos los males que nos aquejan y el gran tentador e instigador de nuestras ofensas al Señor. Y lo es desde los primeros momentos de la vida de la humanidad. Fue en el Paraíso, donde tentó a nuestros primeros padres y consiguió por medio del pecado de estos, que naciésemos todos con una naturaleza corrompida, pues una vez cometido el pecado, este corrompió la naturaleza de Adán y la de Eva, y por pura lógica, nadie da lo que no tiene, y nuestros primeros padres nunca nos pudieron transmitir, la naturaleza impoluta que antes tenían.
Esto es válido para poder contestar a la pregunta que muchos se hacen de: ¿Pero qué tengo yo que ver, con la cuenta de los errores de Adán y Eva? Pensemos que hay nietos que han tenido una abuelo muy rico, pero su padre se ha gastado todo el dinero de la herencia de su abuelo, y el nieto se ha quedado a la luna de Valencia. ¿Acaso tiene Dios la culpa de esto? En el libro de la Sabiduría se puede leer: “Por la envidia del demonio entró la muerte en el mundo, y los que pertenecen a él tienen que padecerla” (Sb 1,24).
Como consecuencia de la caída de Adán y Eva, el demonio adquirió un cierto poder sobre el hombre, del que sólo la Redención de Cristo nos puede liberar. En su epístola a los colosenses, San Pablo les escribió: “Porque Él nos libró del poder de las tinieblas y nos hizo entrar en el Reino de su Hijo muy querido, en quien tenemos la redención y el perdón de los pecados” (Col 1,13-14). Menciono el término un cierto poder, ya que este poder del demonio sobre nosotros, no es omnímodo, él solo puede llegar, hasta donde el Señor se lo autoriza, Él le impide una libre actuación demoniaca sobre nosotros. Si el demonio tuviese libertad de actuación sobre nosotros, estaríamos todos ya en el infierno.
Dios nunca le permite al demonio que nos tiente por encima de nuestras posibilidades de defensa, que son las gracias divinas que el Señor nos proporciona. San Pablo cuando se sintió acosado fuertemente por el demonio acudió al Señor. “Por lo cual para que yo no me engría, me fue dado un aguijón de carne, un ángel de satanás, que me abofetea para que yo no me engría. Por esto rogué tres veces al Señor que se retirase de mí, y Él me dijo: Te basta mi gracia que en la flaqueza llega al colmo del poder. Muy gustosamente pues, continuaré gloriándome en mis debilidades para que habite en mí la fuerza de Cristo” (2Co 12,7-9).
El Señor quiere que luchemos, y siempre tenemos armas más que suficientes, para triunfar en esa lucha. A este respecto, San Juan en su primera epístola nos dice: “18 Sabemos que el que ha nacido de Dios no peca, pues lo protege lo que en él ha nacido de Dios, y el maligno no puede tocarlo. 19 Sabemos que somos de Dios, mientras el mundo entero está bajo el poder del Maligno. 20 Sabemos también que el Hijo de Dios ha venido, y nos ha dado inteligencia para que conozcamos al que es Verdadero. Nosotros estamos en el Verdadero, en su Hijo Jesucristo; ahí tienen el Dios verdadero y la Vida eterna”. (1Jn 5,18-20).
Tenemos la ventaja de luchar contra un enemigo que tiene las manos atadas y así y todo, hay veces que nos puede ¡Que sería de nosotros! si el demonio no tuviese las manos atadas. Si del demonio no dependiera del Señor, es decir, si tuviese las “manos libres”, él nos destruiría espiritualmente y también materialmente hablando, si lo desease hacer. Ya lo intenta por todos sus medios, él hace a cada uno de nosotros todo el daño que puede. Es falso pensar: que si le dejamos en paz, también él nos dejará en paz; jamás nos dejará de acosar. Él es una criatura superior a nosotros, en cuanto que es un ser espiritual puro, pero no deja de ser una criatura creada por el Señor, caída por su soberbia a una eterna condenación, y a la que le resultará siempre imposible impedir la construcción del Reino de Dios, tal como por odio, sería su deseo. El demonio frente a nosotros puede jugar con las realidades materiales como un niño juega con las canicas.
La acción del demonio sobre nosotros, no es nunca tota, ya que él no puede penetrar directamente en nuestra inteligencia y mucho menos en nuestra voluntad. Estas facultades le son inaccesibles. En ellas solamente Dios puede penetrar, ni si quiera tampoco pueden penetrar aquí, nuestro ángel de la guarda si es que no se lo autorizamos. Los ángeles, sea el de nuestra guarda, o sea el demonio que no deja de ser ángel, aunque ángel caído, tienen libre acceso a la imaginación, a la memoria y a la sensibilidad del hombre, sin que puedan llevar más allá su dominio.
El demonio, en lo referente al orden de lo material, tiene siempre la posibilidad de entrar en todos los sitios, por sagrados que estos sean, que nadie piense que el demonio no puede entrar en una iglesia. A este respecto Santa Teresa de Jesús escribía: “No hay encerramiento tan encerrado adonde él no pueda entrar, ni desierto tan apartado a donde él deje de ir”. Y asimismo añadía: “Terribles son los ardides y mañas del demonio para que las almas no se conozcan ni entiendan sus caminos”.
Las restricciones que tiene para entrar en nuestra mente y sobre todo la absoluta restricción de poder entrar en nuestra voluntad, no le imposibilita totalmente su tarea. Por nuestros pecados anteriores, el demonio conoce nuestros puntos flacos, los fallos y fisuras de nuestra naturaleza caída, unas veces curada y otras con las heridas todavía abiertas. Él sabe perfectamente, cuáles son nuestros flancos de ataque y desde luego que los aprovecha. Calcula nuestras defensas, porque sabe muy bien cuando acudimos a los sacramentes que ellos son, los canales de obtención de las gracias que nosotros necesitamos. De cada uno de nosotros sabe en todo momento el terreno que pisa.
En su “Subida al Monte Carmelo”, San Juan de la Cruz, escribe: “Porque el demonio no tiene poder sobre el alma si no es a través de los actos de sus potencias, sobre todo por los recuerdos, pues de ellos dependen casi todos los actos de las otras potencias.., a través de ellos (de los recuerdos) el demonio puede exagerar formas, noticias, cavilaciones, y con ellas engendrar en el alma soberbia, avaricia, ira, envidia, etc.. y causar odio injusto, amor vano y engañar de muchas maneras... Si el alma, pues anula los recuerdos, no puede nada el demonio, porque no encuentra donde agarrarse. Y sin nada, nada puede”.
El P. Domenico Mondrone S. J., es un exorcista de la diócesis de Roma, que nos manifiesta en un libro el contenido de una entrevista que tuvo con el demonio, por orden de la Virgen, que lo obligó, a tener con el exorcista P. Mondrone, la entrevista mencionada. La totalidad de estas conversaciones no tienen desperdicio alguno, de ellas entresaco estos comentarios demoniacos, sobre el tema que estamos tratando aquí, y así el demonio le dice al P. Mondrone: "No se necesita mucha habilidad para atraparos en el lazo a vosotros, miserables. Sois tan estúpidos y tan frágiles que da vergüenza a quien os ha amasado. Normalmente, puestos delante de lo que Él os prohíbe, basta un pequeño empujón”. Esto puede suceder, le contesta el P. Mondrone, con almas desprevenidas que no tienen suficiente temor de Dios, que no recurren a los medios para vencer tus tentaciones, sobre todo si no oran y si no tienen contacto con el Señor... ¿Pero las otras? Contesta el demonio: “A éstas me las como lo mismo; se necesita solo un poco más de tiempo y de paciencia. Basta conocer los gustos, las tendencias, los innumerables enganches que todos lleváis consigo y con los cuales os aferráis: la lujuria, la ira, la ambición, la envidia, el orgullo, la sed de dinero, de bienes terrenos, la maledicencia... Si supieseis los servicios que nos hace una lengua maléfica sembradora de discordias... A las almas que muestran mayor resistencia no me acerco jamás a ellas con un asalto frontal. Las conquistó con maniobras y doy vueltas alrededor, o excavando el terreno bajos sus pies, provocando las pasiones hasta cansarlas, y llevándolas también a la desesperación. Persuadiéndolas poco o poco de que ciertos mandamientos son imposibles: que vuestro amo es un tirano; que tal cosa no puede ser pecado...”. Le contesta el P. Mondrone: "Es la artimaña que hoy estas utilizando más, demoler el sentido del pecado...” Habla el demonio y le dice: "También aquí mis mejores colaboradores son los sacerdotes... Si supieses cuánto me ha costado cansarles de estar en aquellas casetas para escuchar cantinelas!... Así finalmente he logrado que se predique que la confesión no es necesaria, he logrado despoblar los confesonarios y enviar un montón de gente, que es mía, a hacer grandes comilonas de comuniones. Si supieses a cuántas meretrices, a cuantos comilones y profanadores, ladrones y violentos les mando a recibirla”.
Son estas unas pinceladas sacadas del mencionado libro, pero es el caso, de que en muchos exorcismos, los exorcistas que han intervenido, han podido oír al demonio manifestar en frases más o menos cortas, la idea de que él está triunfando y que al final todos terminaremos en sus manos.
Mi más cordial saludo lector y el deseo de que Dios te bendiga.
Otras glosas o libros del autor relacionados con este tema.
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