Un hortelano bueno y piadoso, a altas horas de la noche, iba al mercado de la capital, con su caballo y el carro cargado de productos de la tierra, para venderlos. Aquella noche se olvidó de coger su “libreta de oraciones”, escritas por él durante años. Estaba preocupado. No las podría rezar.
Como buen hijo de Dios, oró de la siguiente manera: «He tenido un olvido, Señor. He salido de casa esta noche, con prisas y sin mi “libreta de oraciones. ¿Sabes Señor? Voy a repetir varias veces el alfabeto - des de la primera hasta la última letra - y Tú, que conoces todas mis necesidades y anhelos, junta las letras, por favor y forma las oraciones de mi “libreta”, ya que yo soy incapaz –sin ella- de poderlas ‘decir’”.
Y el Señor dijo a sus ángeles:
-«De todas las oraciones que he escuchado, en estos momentos, ésta ha sido la mejor, y no ha sido producto de unas reglas gramaticales –invento de los hombres-. Sí que ha salido de un corazón sufriente y humilde».
L. A. Schökel, especialista en Sagrada Escritura comenta en (Gn 21,17):
- “Dios escucha y responde al llanto de quien sufre. Aún sin que haya palabra alguna… conmueve a Dios“.
Es la oración perfecta: no la salida de la glotis… sino del corazón.