Tras el Concilio Vaticano II muchas de las innovaciones en materia litúrgica, en la música y en actitudes de la Iglesia, fueron tildadas de protestantes.Ya desde entonces, cada vez que alguien quiere cambiar algo en la Iglesia se le tacha de protestante, como quien proclama anatema y acto seguido se rasga las vestiduras.
Me preocupa la falta de conocimiento que se tiene acerca de nuestros hermanos protestantes, y la facilidad con la que se pontifica desde diversos ambientes en contra de los mismos, aunque eso es tema para otro post.
Sin estar de acuerdo con la siguiente afirmación, constato que la mayoría de los protestantes evangélicos están convencidos de que en la Iglesia Católica hay una rampante falta de conocimiento personal de Jesucristo, sustituido por una tradición obsoleta y humana que se expresa en una liturgia desfasada y cultual que aleja más que acerca a Dios.
A su vez en la Iglesia Católica se mira con preocupación la falta de sacramentos en los protestantes (parcial pues el sacramento primordial, el bautismo, es lo que nos une y hace hermanos).
Decía Peter Kreeft, prolífico escritor y profesor en el Boston College de los Jesuitas y converso al catolicismo proveniente del metodismo, nada sospechoso pues de falta de ortodoxia, que la Iglesia Católica necesita sacramentalizar a los protestantes y los protestantes necesitan “evangelizar” a los católicos.
Dicho de otro modo, en nuestra Iglesia, falta la vivencia personal de Jesucristo como salvador, pero hay un tesoro en los sacramentos; a la par, los protestantes adolecen de lo contrario, en su afán por “desconstruir” la que ha sido iglesia una hasta el Cisma de oriente y la Reforma, viven una relación personal desacramentalizada.
A veces me imagino a la Iglesia como un gran barco, Navis Ecclesiae, en el que los católicos pueden estar seguros de llegar a buen puerto, sin más esfuerzo que subirse al mismo.
El problema es que es tan grande que muchos de los que está dentro no reman, no conocen al capitán, y ni siquiera se conocen entre sí.
Dentro hay murmuradores, puristas, comprometidos, afanados; también hay ejemplos brillantes de fe,obediencia,valentía y entrega. De alguna manera hay sitio para todos, el único requisito es estar en el barco.
Probablemente alguno estará ya arrancándose las barbas y rasgando sus vestiduras pensando que esto es una apología del protestantismo; permítanme apelar a la voz del Magisterio, para recordar que algo tan proclamado como la Nueva Evangelización en documentos como Apostolicam Actuositatem, Vita Consecrata, Redemptoris Missio, Tertio Millennio Adveniente, no es sino una llamada a “evangelizar” a los católicos.
El gran problema es que no sólo hay que evangelizar a las ovejas perdidas que no van a misa y son católicas; mucho me temo que también sea necesario evangelizar a tantos que yendo a Misa, y practicando la fe, no se han enterado de que por mucho que estén en el barco, falta algo.
Y si no, a los hechos me remito: Una Iglesia, por muy fiel que sea, que está perdiendo el pulso a esta sociedad, que muestra preocupantes signos de agotamiento y envejecimiento, y que en algunos casos se encuentra enrrocada en formas y tradiciones accesorias de hace ya varias décadas (esto va por progres y carcas en igual medida) me lleva a cuestionarme muchas cosas acerca del tipo de vivencia de Jesucristo, salvador del mundo, que está albergando en su seno.
Al final va a resultar que la gente se cree que lo de la protestantización se trata de dar palmas, y meter guitarras en las iglesias, cuando,para mi gusto, de protestantización en el sentido de evangelizar a los católicos, no se ve casi nada.