El motivo por el que el caldo de cocido no puede competir con la vichyssoise en la cocina internacional es educativo. Nos han hecho creer que el hueso de jamón no tiene la elegancia de la nata. Por el mismo motivo, la noticia de 150 cristianos negros asesinados en Kenia no puede competir informativamente con el crimen de un negro a manos de un policía blanco en Estados Unidos. Esto sucede porque el periodista occidental considera que el hombre subsahariano forma parte del atrezo de National Geographic, en tanto que el afroamericano es una consecuencia de Lincoln. En otras palabras, cada vez que un negro americano muere por la espalda, muere Luther King, mientras que cuando matan a un cristiano en África muere una cebra.
Para el periodismo occidental, un universitario cristiano keniata es una cebra con estudios devorada por un leopardo radical, por lo que sitúa el conflicto en la lucha por la supervivencia, es decir, en la guerra de religiones, ese embuste que pretende hacer ver a la sociedad neutral que en los conventos la madre superiora ha sido sustituida por la monja alférez. De lo que la sociedad neutral puede deducir que las monjas venden yemas de Santa Clara para financiar a la Orden de Malta. Las redadas, empero, no se llevan a cabo en los obradores, sino en domicilios catalanes de simpatizantes del Estado Islámico, como los que pretendían llevar a cabo un secuestro para degollar a la víctima en falso directo ante las cámaras. Me da a mí que si no han culminado el plan es porque, al no encontrar monos naranja en España, aguardaban la próxima colección otoño/invierno de Ágata Ruiz de la Prada.