No ha sido fácil celebrar el misterio pascual este año. La realidades sociológicas han mostrado toda su dureza humana en múltiples aspectos. Se ha reflejado también en el rostro del Papa, preocupado por los acontecimientos. Se refleja también en la interpretación de la Resurrección como un ámbito de vida y grandeza pero desde la humildad y la sencillez. “Con su muerte y resurrección, Jesús nos muestra a todos la vía de la vida y de la felicidad: esta vía es la humildad, que comporta humillación. Este es el camino que conduce a la gloria. Solo quien se humilla puede ir hacia los
La mañana de Pascua, Pedro y Juan, advertidos por las mujeres, corrieron al sepulcro y lo encontraron abierto y vacío. Entonces, se acercaron y se
El mundo propone imponerse a toda costa, competir, hacerse valer… Pero los cristianos, por la gracia de Cristo muerto y resucitado, son brotes de otra humanidad, en la cuan tratamos de vivir al servicio de de los demás, de no ser altivos, sino disponibles y respetuosos. Esto no es debilidad sino auténtica fuerza”.
La Resurrección es el acontecimiento clave que la Iglesia ha presentado desde el principio. Los evangelios y los hechos de los Apóstoles nos lo muestran estos días de la octava de Pascua. El papa Francisco nos lo mostraba en el Regina Coeli del lunes de Pascua.
“Este es el anuncio que la Iglesia repite desde el primer día: ¡Cristo ha resucitado! Y en Él, por el bautismo, también nosotros hemos resucitado, hemos pasado de la muerte a la vida, de la esclavitud del pecado a libertad del amor. Esta es la buena noticia que estamos llamados a llevar a otros en cualquier lugar, animados por el Espíritu Santo… Por tanto no nos cansemos de repetir: ¡Cristo ha resucitado! Repitamos las palabras. Pero sobre todo con el testimonio de nuestra vida…
Anunciamos la resurrección de Cristo cuando su luz ilumina los momentos más oscuros de nuestra existencia… cuando sabemos sonreír con quien sonríe y llorar con quien llora; cuando caminamos junto a quien está triste y corre el riesgo de perder la esperanza; cuando contamos nuestra esperanza de fe a quien está buscando el sentido y la felicidad. Con nuestra actitud, con nuestro testimonio, con nuestra vida, decimos:¡Jesús ha resucitado! Y lo decimos con todo el alma”.
Desde la Resurrección el corazón del Papa vuela al lugar de los acontecimientos dolorosos. Aquellos a los todavía no ha llegado la fuerza de la Resurrección: “Roguemos, ante todo por la amada Siria e Irak, para que cese el fragor de las armas… Imploremos la paz para todos los habitantes de Tierra Santa. Que crezca entre israelíes y palestinos la cultura del encuentro… Pidamos la paz para Libia, para que se acabe con el absurdo derramamiento de sangre… Supliquemos al Señor resucitado el don de la paz para Nigeria, Sudán del sur y diversas regiones del Sudán y de la República del Congo… Que la resurrección del Señor haga llegar la luz a la amada Ucrania…”
Luego el papa enumera muchas de las esclavitudes modernas y antiguas donde se necesita la luz de la Resurrección.