Patético está resultando el penoso espectáculo de un exministro que se defiende de una ley de su propia autoría -y de la que ahora, caprichos del destino, es él el inculpado-, contándole a todo aquél que le pone un micrófono delante, lo estupendo que es él y la terrible injusticia a la que le han sometido personas malas que han traicionado su confianza y emiten contra él infamias y calumnias bajo la forma de denuncia falsa.
 
            Y digo patético no porque la gente, -y también el exministro-, no tenga derecho a proclamar y defender su inocencia en todo momento de su vida, más aún si se halla inmerso en un proceso penal, no, sino por conocer la opinión que al ministro le producían esas “denuncias falsas” que su ley estaba propiciando, antes de que la “denuncia falsa” fuera, precisamente, la suya.
 
            El 10 de julio del año 2006, es decir, año y medio después de la entrada en vigor de la ley, en la universidad Carlos III, preguntado por el incremento de denuncias falsas a las que su Ley de Medidas de Protección Integral contra la Violencia de Género estaba dando lugar, el entonces flamante ministro no negó que las mismas existieran; tampoco afirmó que su departamento estuviera trabajando para evitarlas o simplemente que le preocuparan. Bien al contrario, “precisó que si bien las denuncias falsas por maltrato han aumentado, ello supone un ‘coste soportable’, y esto ‘no puede disuadir a los poderes públicos de seguir realizando su trabajo’” (ABC 10 de julio de 2006).
 
            ¿A qué tanta queja entonces, Sr. exministro? ¿A qué tanto llanto quejumbroso y pobreteador, lamentando por las esquinas de todos los platós televisivos la farsa monea con la que le han pagao? Si las denuncias falsas eran para los ciudadanos el "coste soportable" de tanto beneficio como hemos de esperar de su ley... con mayor motivo deberían serlo para Vd., autor de la ley ¿o no?
 
            No soy de los que cree mucho en lo que podemos denominar “la justicia de la vida”. La vida, a decir verdad, no es buen juez de las personas, y así, vemos morir encumbrados a los más grandes canallas y en las cunetas de las carreteras a los mayores santos. Tal vez sea por eso que los cristianos confiamos tanto en el Juicio Final. Pero con Vd., Sr. López Aguilar, los demonios se han desatado y han decidido no fiarlo tan lejos, prefiriendo, a lo que parece, poner a prueba ya sobre su espalda, en este mismo mundo y sin esperar a apocalípticos enjuiciamientos, la "soportabilidad" de su propia ley. Como dicen los ingleses en refrán que los españoles hemos importado, "you're getting a taste of your own medicine". O en uno mucho más español "no es lo mismo predicar que dar trigo". Y en otro todavía "donde las dan las toman". ¿A que sí?
 
            Sin más por hoy queridos amigos, que hagan Vds. mucho bien y que no reciban menos. Aquí les emplazo mañana.
 

 
            ©L.A.
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