Se cuenta de cuando, en plena campaña atea, un orador bolchevique de la Liga de los sin Dios pronunciaba un discurso blasfemo a más no poder, en la Plaza Roja del Kremlin, en Moscú... Era precisamente la mañana de Pascua de Resurrección.

-¿Hay alguno de vosotros -vociferaba- que sea capaz de probarme la existencia de Dios?

En esto se levanta, decidido, un humilde campesino y, alzando la mano, dice:

-Sí, yo te la puedo demostrar...

-A ver, a ver... Sube aquí a la tribuna y habla, a ver qué patochadas nos vas a decir...

Y en medio de un suspense general, el cristiano y valiente campesino, con voz vibrante, pronunció la vieja y sabida salutación pascual de los rusos: Crestos wokres! ¡Cristo ha resucitado! ¡Cristo ha resucitado!

El efecto de este saludo dejó como electrizada de gozo y emoción a la mayor parte de la multitud.

-Sí, coreaban entusiasmados, Crestos wokres! ¡Cristo ha resucitado! ¡Cristo ha resucitado!

Y muchos, sin respetos humanos, incluso se abrazaban como en los mejores tiempos, felicitándose en la mañana de Resurrección.



Hay un espiritual negro, en el que las voces estallan en un grito repetido hasta la obsesión, entre el sonido de los instrumentos de viento y percusión: My God, what a morning! (¡Dios mío, qué mañana!). Es la alegría del amanecer de la Pascua.

El hombre no podía inventar este misterio. Solo Dios podía revelarlo. El hombre no tiene la posibilidad de darnos la vida después de la muerte. En el orden humano, la muerte es la última palabra. La última palabra que viene después, la de la resurrección, viene de Dios. El día de la resurrección cantaremos: “Resucitó el Señor del sepulcro...”.

Tenemos que aprender, desde este Evangelio, a tener la misma indulgencia que Cristo con aquellos que no creen.
¿Acaso Tomás dejó a Cristo que se apoderase de su mano y la llevase a la herida del costado o, renunciando a su lógica, se rindió a la evidencia de lo que veía? De los labios de este incrédulo salió el primer acto explícito de fe en la divinidad del Resucitado. Gritó: ¡Señor mío y Dios mío! Jesús, con una sonrisa de perdón le pregunta: ¿Porque me has visto has creído?  No tienes ningún mérito por esto. ¡Dichosos los que creen sin haber visto!

Óscar Parra de Carrizosa en "La Espina de Dios", nos presenta así el encuentro del Resucitado con Tomás. De nuevo, agradecemos al DIrector su generosidad al ofrecernos este nuevo minuto.





Se había excedido rehusando creer en la resurrección de su Maestro, no dando crédito al testimonio de sus hermanos, cuya sinceridad conocía. Y esto es lo que con dulzura hace resaltar Jesús.

Causa mucha alegría escuchar esta nueva bienaventuranza: ¡Bienaventurados los que sin haber visto han creído! Sentencia en la que, sin duda, estamos señalados nosotros, que confesamos con el alma al que no hemos visto en la carne. Sí, en ella estamos significados nosotros, con tal de que nuestras obras se conformen con nuestra fe, porque quien cumple en la práctica lo que cree, ése es el que cree de verdad.

Feliz Pascua de Resurrección a todos.