Desde esta perspectiva, el discurso del Papa en su visita a Nápoles me parece emblemático. Al encontrarse con los sacerdotes y consagrados de la diócesis, les dijo, al comenzar, que el discurso preparado, selo entregaba al Obispo. Lo leerían en boletín diocesano. Sus palabras, improvisadas dicen las crónicas, son de un valor incalculable. Son:
- Su experiencia religiosa y sacerdotal.
- Implican una resurrección personal en los sacerdotes y consagrados.
Una resurrección personal implica colocar a Jesús en el centro de nuestra vida. “El centro de la vida debe ser Jesús. Si el centro de la vida- exagero… pero sucede en otros sitios, en Nápoles seguramente no- está en el hecho de que yo estoy en contra del Obispo o en contra del párroco o contra otro sacerdote, toda mi vida estará invadida por esa lucha. Y esto es perder la vida. No tener una familia, no tener hijos, no tener amor conyugal, que es tan bueno y tan hermoso, para acabar peleando con el obispo, con los hermanos sacerdotes, con los fieles, con
Desde Jesús como centro, el Papa deriva a otras realidades. Puedo estar seguro de caminar siempre con Jesús si tengo un cariño especial a la Virgen María. “Un sacerdote, un religioso una religiosa que no ama a la Virgen, que no reza a la Virgen, dría también que no reza el rosario… si no quiere a la Madre, la Madre no le dará al Hijo”.
Llama después al espíritu de pobreza. El dinero nos condiciona en el trato de las personas. A esta persona le debería decir algo pero no se lo digo porque es un benefactor de la Parroquia o de la diócesis. Por dinero se hacen diferencias entre las personas. “Un sacerdote puede tener sus ahorros, pero no el corazón el ello, y que sean ahorros razonables”.
No olvidar las obras de misericordia. Las hemos olvidado. Las practican las ancianas de nuestras parroquias sin meter ruido. Muchos niños no saben hacer la señal de la cruz. Si cerca de mi casa hay una persona enferma y no la visito por ver la telenovela y el partido de fútbol “no está bien”.
Corremos el peligro de la