Es lógico festejar el final de una etapa en los estudios. Dígase, primaria, secundaria, bachillerato, universidad, maestría, etcétera. De ahí que las generaciones se organicen, nombren un comité y, desde ahí, preparen toda la logística. Con el avance de los recursos multimedia, ya no es suficiente tomarse una fotografía de grupo en algún lugar emblemático, sino que se incluye la producción de un video para proyectarlo durante la cena de graduación. En principio, nada fuera de lo normal. El problema viene cuando el contenido de dicho material pasa de ser un recuento de anécdotas a una manifestación pública del vacío -a veces, inconsciente- de los participantes, quienes piensan que aparentar significa ser alguien en la vida. Esto, además de dañar la imagen de la institución de procedencia -como acaba de suceder en la Ciudad de México con un grupo de estudiantes del Instituto Cumbres- desvirtúa el verdadero sentido de reunirse para convivir.
Ahora bien, si los ex alumnos promueven iniciativas que van en contra de lo que supone debieron haber aprendido, quiere decir que algo está fallando. Sin disculpar a los estudiantes, es un hecho que el mundo de la educación debe sentirse interpelado por la crisis de valores que se pone de manifiesto a través de videos que exaltan antivalores como el derroche, la violencia o el abuso de la mujer. Más que formar en un falso moralismo, hay que suscitar experiencias de fe que favorezcan el desarrollo del sentido común que, actualmente, es el menos común de los sentidos. Obviamente, no se trata de estar al margen de las normas cayendo en el buenismo, pero sí de ir al fondo de la cuestión moral, pues existe el riesgo de quedarse en la superficie y, entonces, suceden polémicas, situaciones lamentables.
Algunos dirán, “nada nuevo bajo el sol”, pero lo cierto es que algo no está encajando en su sitio. Es verdad que muchas veces se hace un esfuerzo consciente y, con todo, los resultados terminan siendo abrumadoramente negativos; sin embargo, es mejor intentarlo, idear nuevas formas, en vez de caer en el conformismo. La sociedad mexicana se ha llevado las manos a la cabeza al ver el video antes citado; sin embargo, ¿no somos capaces de relacionarlo con la desintegración familiar, la prepotencia o, en su caso, una moral de tipo farisea? Volvemos a lo mismo, no se trata de estigmatizar las producciones de graduación, sino de pensar ¿qué es lo que estamos haciendo? Esto no es de una clase social en particular, porque la falta de valores invade a todos los rubros de la sociedad. La única diferencia es que los que pueden pagarlo harán un video en HD, mientras que los que no, se conformarán con un presupuesto más accesible. Usar las redes sociales para denostar es un reto que tenemos que enfrentar, no solo en la escuela, sino también en la familia. En vez de asustarnos, buscar las causas, atenderlas y seguir adelante.
Ahora bien, si los ex alumnos promueven iniciativas que van en contra de lo que supone debieron haber aprendido, quiere decir que algo está fallando. Sin disculpar a los estudiantes, es un hecho que el mundo de la educación debe sentirse interpelado por la crisis de valores que se pone de manifiesto a través de videos que exaltan antivalores como el derroche, la violencia o el abuso de la mujer. Más que formar en un falso moralismo, hay que suscitar experiencias de fe que favorezcan el desarrollo del sentido común que, actualmente, es el menos común de los sentidos. Obviamente, no se trata de estar al margen de las normas cayendo en el buenismo, pero sí de ir al fondo de la cuestión moral, pues existe el riesgo de quedarse en la superficie y, entonces, suceden polémicas, situaciones lamentables.
Algunos dirán, “nada nuevo bajo el sol”, pero lo cierto es que algo no está encajando en su sitio. Es verdad que muchas veces se hace un esfuerzo consciente y, con todo, los resultados terminan siendo abrumadoramente negativos; sin embargo, es mejor intentarlo, idear nuevas formas, en vez de caer en el conformismo. La sociedad mexicana se ha llevado las manos a la cabeza al ver el video antes citado; sin embargo, ¿no somos capaces de relacionarlo con la desintegración familiar, la prepotencia o, en su caso, una moral de tipo farisea? Volvemos a lo mismo, no se trata de estigmatizar las producciones de graduación, sino de pensar ¿qué es lo que estamos haciendo? Esto no es de una clase social en particular, porque la falta de valores invade a todos los rubros de la sociedad. La única diferencia es que los que pueden pagarlo harán un video en HD, mientras que los que no, se conformarán con un presupuesto más accesible. Usar las redes sociales para denostar es un reto que tenemos que enfrentar, no solo en la escuela, sino también en la familia. En vez de asustarnos, buscar las causas, atenderlas y seguir adelante.