La Semana Santa es el camino a la Pascua, a la resurrección, a la gloria de Dios hecha realidad sobre la Tierra. ¿Nos conformamos con vivirla a nivel socio-cultural? Dicho sea que no es que sea malo hacerlos así, pero nos quedamos en la capa más superficial del conocimiento de la Verdad:
Por eso, aquel día, algunos griegos, empujados por esta magnífica aclamación que honra a Dios con fervor, se acercaron a un apóstol llamado Felipe y le dijeron: "Queremos ver a Jesús". Mira: es toda la muchedumbre quien ocupa el lugar del Heraldo e incita a estos griegos a que se conviertan. En seguida, éstos se dirigen a los discípulos de Cristo: "Queremos ver a Jesús".
Estos paganos imitan a Zaqueo; no se suben a un sicómoro, sino que se apresuran a elevarse en el conocimiento de Dios (Lc 19,3). "Queremos ver a Jesús": no tanto contemplar su rostro, sino llevar su cruz. Porque Jesús, que veía su deseo, anunció sin ambages a los que se encontraban allí: "llega la hora en que el Hijo del hombre será glorificado", llamando gloria a la conversión de los paganos.
Y dio a la Cruz el nombre de "gloria". Porque desde ese día hasta ahora, la cruz es glorificada; es la cruz, en efecto, lo que todavía ahora consagra a los reyes, unge a los sacerdotes, protege a las vírgenes, da firmeza a los ascetas, estrecha los lazos de los esposos, fortalece a las viudas. Es la cruz la que fecunda la Iglesia, ilumina los pueblos, guarda el desierto, abre el paraíso. (Proclo de Constantinopla Sermón para el día de Ramos; PG 65, 772)
Contemplar el rostro de Cristo reflejado en las tallas que desfilan por muchas de nuestras ciudades, es maravilloso. Ver el rostro de la Verdad siempre conlleva acercarse al misterio de la Voluntad de Dios. Es maravilloso, pero ¿Cuántas personas vieron pasar a Cristo por delante de ellos y no llegaron a intentar tocar, si quiera, su manto? Dios siempre da el primer paso, se presenta ante nosotros de muchas formas, pero espera que nosotros demos el segundo paso.
Llevar la Cruz conlleva negarnos a nosotros mismos y seguir los pasos de Cristo. No es tarea sencilla para un ánimo tan inconstante como todos tenemos. Como dice Proclo, pedir ver a Cristo conlleva poner nuestra voluntad al servicio de la Voluntad de Dios. Pedir ver a Cristo es más que mirar desde lo lejos las espléndidas apariencias, llenas de belleza, que nos trae la Semana Santa. Es dar un paso adelante y decir: “sí quiero, sea Tú Voluntad la que obre en mí, la que me mueva, la que me haga tomar la cruz y seguirte”.
La Cruz no es intrascendente para el ser humano del siglo XXI. No ha pasado de moda ni hemos encontrado nada que la sustituya. Tomar la Cruz destroza la pasiva aceptación de una fe costumbrista y sustentada en actos sociales. Tomar la Cruz produce que seamos repudiados por el mundo, que nos odiará como odió a Cristo. Tomar la Cruz significa dejar atrás el espacio de confort en el que tanto nos gusta vivir.
Miremos en la Semana Santa un tiempo propicio para hacer nuestra “la Cruz la que fecunda la Iglesia, ilumina los pueblos, guarda el desierto, abre el paraíso”