. Cuando leo estas expresiones, a propósito del no-obispo Wagner, no doy crédito. En efecto, algo muy gordo ha pasado estos días en las calderas de la Iglesia. Pero cuidado: saber identificar un dolor no implica acertar su diagnóstico. Si te duele la tripa, puede ser por un tumor de estómago o por unos gases pandilleros. En el caso de Wagner, es pública la anomalía eclesial, pero donde se ha visto un cáncer pontificio lo que hay es, perdóneseme la expresión, un desagradable (aunque no menos preocupante) pedo episcopal. Es iluso pensar que el Papa conoce al dedillo a todos los obispos que nombra. Él sanciona, marca las líneas episcopales que convienen a un país, escucha a los obispos en las visitas ad limina… pero no sabe si el padre fulano o fray zutano son los mejores para esa mitra. Los ojos del Papa en cada país son los del Nuncio. Él es quien debe encontrar, conocer y valorar a los sacerdotes que mejor se ajusten al perfil marcado por Roma y a las características de cada diócesis. De la Nunciatura suelen partir entre uno y tres nombres hasta la mesa del cardenal Re, Prefecto de la Congregación para los Obispos. Y éste, o consulta al Papa, o se lo da en bandeja. Que por algo el Papa ha encargado esa labor a su Prefecto. En este caso, Gerhard Wagner, sacerdote polémico y poco amigo de las ambigüedades, no era un desconocido para el Papa. Si decidió nombrarlo es porque a quien sí conoce el Papa es a sus cardenales y obispos ya nombrados, y la Conferencia Episcopal Austriaca (CCA), con Schönborn a la cabeza, necesitaba un correctivo en su deriva hacia el progresismo contestatario y protestantófilo. Una vara de metal que empiece a apuntalar la torre torcida. Con dos reaños, el Santo Padre dice que Wagner debe ser el próximo obispo auxiliar de Linz. Y aquí comienza el concierto flatulento: 31 de los 39 deanes de la diócesis de Linz declaran una declaración de no confianza hacia Wagner. Es decir, el que tiene que pastorearlos, no va a poder hacerlo porque, en su libertad de hijos de Dios, estos hijos de la Iglesia le hacen una pedorreta a su Madre. Además, la CCA escribe al Papa diciéndole ¡que se ha equivocado! y que, en adelante, ellos le dirán a quiénes quieren por obispos. Segundo cuesco, y de los gordos. Esto es, que en la próxima Plenaria de la CCA, el obispo auxiliar Wagner va a tener a 14 obispos (cardenal incluido) mirándole con cara de perro. El obispo titular de Linz, monseñor Ludwig Schwarz, que había acogido el nombramiento con filial aprobación, dice que le va a dar un soponcio y que va a tener un auxiliar que no podrá ejercer. Wagner se convierte en un pastor mordido no por lobos, sino por sus hermanos pastores. Apestoso asunto nacido, no del Papa, sino del episcopado austríaco. Si fuese un soberbio, el Papa seguiría en sus trece y sacrificaría a Wagner, creando un obispo de imposible pontificado, una diócesis sin auxiliar y un enconamiento de padre y muy señor mío con la CCA. Wagner, que no es tonto y ama al Papa, le dice que así no hay quien pastoree y que, por “presiones externas” se quita del medio. El Papa, que no es tonto y ama a sus obispos y a sus fieles, le acepta la renuncia. Por su bien y el de su diócesis. ¿Que otros verán un gesto de debilidad? Quien es fuerte no necesita demostrarlo... por ahora. Como quien antes de esperar un golpe toma aire y robustece sus músculos, porque sabe que después le tocará a él. Son los austríacos díscolos los que se regodean en su pírrica victoria. La tripa de la Iglesia se resiente. Pero ojo: el Papa que ha tenido los arrestos de nombrar a Wagner; el Papa que no ha temblado al sacrificar su imagen por un bien mayor; el Papa que ha buscado lo mejor para los fieles y su obispo, no va a quedarse de brazos cruzados ante la canalla altiva que pastorea Austria. Y si no, al tiempo. A la Iglesia austríaca le espera un duro correctivo, envuelto en guante de seda. Sin rencor, pero con firmeza paterna. Veremos quién es el próximo obispo auxiliar, si es que lo hay. Ya en 2007, el Papa recordó a los sacerdotes y religiosos de Austria que “en la práctica, la obediencia a la voluntad de Dios, la obediencia a Jesucristo, debe transformarse muy concretamente en una humilde obediencia a la Iglesia”. El Papa, Re, el Nuncio y Wagner han hecho lo que tenían que hacer, en cada momento. Lo creo firmemente; no por buenismo pelotillero, sino por sentido común: aquí quienes han desentonado son los pedorros austríacos. Si ellos son los enfermos, ellos serán los que reciban la medicina. Habrá que esperar, pero algo me dice que les será administrado, en cucharilla de plata, un buen y necesario jarabe de palo. José Antonio Méndez [Coda 11:13 horas: Por cierto, la carta de don Demetrio es, simple y llanamente, fabulosa. Chapó. Oremos a Dios por el Papa. Y porque nos mande más "Demetrios" a nuestra Iglesia. Desde este rincón, enviamos un afectuoso abrazo en Cristo a un obispo que sabe de nuestro sincero afecto y filial admiración]