Se suele hablar del "cainismo" español y, la verdad, mirando a nuestro alrededor uno encuentra bastantes síntomas de la buena salud de este vicio. ¿Cuántas veces nos hemos encontrado con que nuestros argumentos ni siquiera eran tenidos en cuenta por el hecho de pensar como pensamos? Y aún peor, ¿cuántas veces hemos sentido hostilidad abierta por el hecho de ser quienes somos?
En este contexto, la aparición en la editorial Stella Maris de un libro que nos descubre la amistad entre José Antonio y García Lorca, Rosas de Plomo, constituye una gran noticia. La noticia de que es posible la amistad entre personas a pesar de sus diferencias de carácter o de creencias, y de la mano de la amistad, el respeto, que no es aceptación de irenismo, de todo vale. La entrañable amistad entre Chesterton y Shaw, en las antípodas ideológicas, es una buena muestra de ello. Pero claro, parecía que esa civilidad era patrimonio de los anglosajones. Y no, también es posible entre los carpetovetónicos peninsulares.
El libro de Jesús Cotta nos acerca, además, a dos personajes de carne y hueso, antes de que se convirtieran en lo que probablemente más hubieran detestado: un cromo con el que arrear al contrario, un José Antonio de lámina escolar y un García Lorca mártir del comunismo. Pero la vida real es más rica, encuentra puntos de conexión, ese amor por la literatura, por la cultura española, con todo lo que de religiosa tiene, por la poesía, por llevarlas a la gente, y que provocó la defensa que José Antonio hizo de la iniciativa La Barraca de García Lorca. Amistad, además, que se volvió cada vez más peligrosa. García Lorca, que decía que su partido era el de los libros, vio en la evolución de su amigo, Rafael Alberti, fino poeta convertido en despiadado comisario político, con todo lo que eso conlleva, tras su viaje a la Unión Soviética, el anuncio de lo que se les venía encima. Ambos perdieron la vida y luego se distorsionó su memoria en aras de intereses políticos. La recuperación de la historia de su amistad es, como decíamos antes, una gran noticia, una noticia que nos recuerda, en tiempos no especialmente propicios, que es posible la amistad y el respeto a pesar de las diferencias (e incluso entre españoles).