Cuando se produjeron en Estados Unidos los atentados del 11-S que inauguraron una nueva era, y después todavía el envenenamiento por ántrax de las aguas de consumo doméstico en el mismo país, recuerdo que el gobierno norteamericano tuvo la idea, -en principio estrafalaria pero bien pensado, no tanto, e incluso sensata-, de reunir a los principales guionistas de cine del país para que plantearan los distintos escenarios en los que se podían producir los atentados de la nueva era.
Pues bien, cuando conocemos los pormenores y últimos detalles del espantoso “accidente” o “atentado” del avión de Germanwings, no puedo sino acordarme de la rápida asociación que el Gobierno estadounidense hizo entre terrorismo y cinematografía, pues se da la extraña circunstancia de que la gran película que es “Relatos salvajes”, de producción española y realización argentina, tantas veces premiadas en los últimos Goya y tan desacertadamente olvidada en los últimos oscar, se inicia precisamente con el mismísimo evento que acabamos de ver ocurrir en los Alpes: un piloto suicida que para irse al otro mundo, decide hacerlo acompañado del entero pasaje de un avión.
Hay una pequeña diferencia entre lo que el guionista argentino, Damián Szifron, ha imaginado y lo que realmente ha acontecido, ya que en el atentado que acabamos de conocer, el copiloto de la compañía alemana se hace acompañar en su postrer viaje al otro mundo a 150 personas elegidas al azar, mientras que en la película hispano-argentina, el piloto, por lo menos, se toma la molestia de que las personas “seleccionadas” para el viaje definitivo sean aquéllas que él considera le han hecho daño en algún momento de su vida. Por cierto, una idea, la de reunir en una venganza común a todas las personas que han hecho daño a uno, que no es tampoco nueva en el mundo de la ficción, y que se halla presente por ejemplo, en las excelentes novelas de Agatha Christie, -que también dieron lugar a una película-, tituladas “Diez negritos” o “Asesinato en el Orient Express”, así como en una de las mejores novelas de la historia cual es “El Conde de Montecristo”, de Alejandro Dumas padre.
Y bien, ¿obliga a pensar todo lo dicho que los guionistas de “Relatos Salvajes” conocían a Andreas Lubitz, o más probablemente, que Andreas Lubitz había visto la película hispano-argentina? No, desde luego (aunque a lo mejor nos llevábamos la curiosa sorpresa de que sí lo había hecho). Pero la relación es más probable que venga por la teoría que llamaría de “las ideas que flotan en el ambiente”, la cual tantas veces escuché esgrimir a una profesora que tuve hace ya unos añitos que me enseñó a hacer vidrieras, vitrales, emplomados, como quieran Vds. llamarlo: según ella, en cada época y en cada lugar, una serie de ideas vagan errantes por el ambiente y las personas receptivas son capaces de captarlas. Desde este punto de vista, no existen ni inventores ni descubridores, existen simplemente captadores más o menos sensibles de ideas flotantes.
Lo terrible es que la idea que flota en el ambiente y a la que han sido receptivos tanto los guionistas de “Relatos salvajes” como el malnacido del copiloto alemán, existe, está efectivamente en el ambiente y está teniendo muchas consecuencias. Pero me van a permitir Vds. que de ello les hable mañana. De momento, que hagan Vds. mucho bien y no reciban menos. Y si se pasan mañana por aquí les digo aquello a lo que me refiero, que hoy ya es muy tarde y la pluma me resulta más pesada cada minuto.
©L.A.
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