Sin ningún pudor y contrariamente a lo que señala la Constitución en su artículo 149.3 cuando establece la competencia exclusiva de la Administración Central sobre las relaciones internacionales, el vicepresidente del gobierno catalán, el Sr. Carod Rovira, se comporta como un verdadero ministro catalán de asuntos exteriores, con continuos viajes al extranjero y una amplia red de verdaderas embajadas que cuestan al erario español unos 25 millones de Euros, más de 4.000 millones de pesetas. Por lo que nada tuvo de casual que su primera visita como vicepresidente de la Generalitat, ocurrida el el 31 de enero de 2007, fuera al Ministro de asuntos exteriores español, el Sr. Moratinos, el cual, en un alarde que a nadie sorprende ya en nuestro pintoresco canciller, lo recibió como si de un verdadero visitante extranjero se tratara, ignoro si con traducción simultánea y todo.
Y todo ello sin hablar del más grave atentado perpetrado hasta la fecha por el Gobierno catalán, éste en especial connivencia con el de la nación, a saber, la real y verdadera ruptura del principio de solidaridad interterritorial española consagrado por el artículo 2 de la Constitución, lamentable espectáculo escenificado el pasado día 12 de julio, y gracias a lo cual, y según había declarado expresamente el Sr. Zapatero en Barcelona el 16 de junio, Cataluña, por primera vez en su historia, recibirá una financiación per capita por encima de la media española.
Dicho todo lo cual, ¿le sigue pareciendo poco al Sr. Caamaño todo lo ocurrido en Cataluña desde que rige el actual Estatuto? En todas partes hay radicales y marginales, y en todas partes hay políticos que buscan entre ellos su clientela. Lo que no se entiende tan bien es la simpatía que hacia los mismos sienten amplios sectores de la izquierda española, y concretamente el gran partido que la abandera, una simpatía que no sólo le imposiblita para realizar la política de contención que llevaría a la práctica cualquier partido responsable en cualquier país del mundo que se precie, sino que le conduce inexorablemente a buscar su apoyo elevándola para ello a las más altas cotas de poder.