Averiguado que no podemos fijar exactamente el comienzo de la predicación de Jesús, ni con relación a la entronización de Tiberio, ni con relación a su propia edad, veamos si podemos determinar la duración de su ministerio.
Esta no es posible fijarla por los datos que nos ofrecen los sinópticos. Todos convienen en que ninguno de ellos narra la historia del ministerio de Jesús conforme a su verdadero desarrollo geográfico y cronológico. Los tres evangelistas concuerdan en presentarnos, ante todo, el cuadro sintético de la predicación del Bautista, luego el bautismo de Jesús y su ayuno en la soledad del desierto, para luego conducirle a Galilea, en donde, y en las regiones limítrofes, se desarrolla la actividad del Salvador. Al fin de la cual viene a Jerusalén para acabar su obra en la Cruz. Toda esta historia se podría desarrollar en el espacio de algunos meses, o cuando más en un año. Pero san Juan parece haber querido explicar ese plan tan sintético de los sinópticos y suplir, la falta de geografía y cronología de los primeros evangelios.
Según él, luego de los varios testimonios del Bautista a favor de Jesús, este sube a Galilea, asiste a las bodas de Caná y viene a instalarse con su madre, sus hermanos y discípulos en Cafarnaúm, donde permanecen pocos días. “Se aproximaba la época de la Pascua de los judíos y subió a Jerusalén”, en donde echa del templo a los profanadores del mismo (2, 12ss). Un poco más adelante, en el comienzo del capítulo V, el evangelista nos dice cómo después de haber curado al hijo del cortesano, “había una fiesta de los judíos y Jesús subió a Jerusalén”. Los Códices griegos no están conformes en la lección, y mientras que unos dicen “la fiesta de los judíos”. ¿Cuál era esta? Algunos, dando por segura la última lección, “la fiesta de los judíos”, afirman que se trata de la Pascua, la fiesta por excelencia del pueblo israelita. Pero, aparte de que tal lección no es cierta, queda sin averiguar, porque el evangelista no la menciona expresamente, como en los otros pasajes. Lo más que puede conceder es que la mención de la Pascua es aquí dudosa.
En el capítulo VI, como preámbulo al milagro de la multiplicación de los panes, único narrado por los cuatro evangelistas, san Juan repite la frase primera: “estaba próxima la Pascua de los judíos” (4, 4). Jesucristo llevaba, pues, por esta fecha, un año y algunos meses ocupado en su misión apostólica, y según la sentencia antes citada como muy dudosa, serían dos años. Este mismo año, en los comienzos de otoño, Jesús subió a Jerusalén por la fiesta de los Tabernáculos (7, 1ss), pero en secreto, por temor a los judíos. También asistió a la fiesta de la Dedicación, en el invierno (10,22), y, finalmente, a la solemnidad de la Pascua, que fue la última, en la cual debía abolir con su muerte las fiestas y los sacrificios mosaicos.
Quedamos, pues, en que el ministerio del Salvador duró, según san Juan, dos años y algunos meses. La prolongación del mismo un año más es cosa tan dudosa como que la fiesta de los judíos del capítulo V sea en realidad la Pascua, que el evangelista menciona en todos los demás casos por su nombre.
En resumen: que es ciertamente erróneo el punto de partida de la era cristiana desde el nacimiento del Salvador iniciada por Dionisio el Exiguo, aunque no sea posible precisar los años de ese error; que son dudosos los años de la vida oculta de Jesús, y, finalmente, que no se pueda precisar la duración de su ministerio.
En suma: que ignoramos el año del nacimiento y de la muerte de Jesucristo. Pero esto, por lamentable que sea para el historiador, no lo es para el creyente que con el Apóstol grita: CRISTO AYER, HOY Y SIEMPRE (Heb 12,8).