Hoy, 21 de marzo, se celebra el Día Mundial del Síndrome de Down. La fundación francesa Jérôme Lejeune editó el año pasado un vídeo para felicitar a los padres por el día de San José, cuya narración es la voz en off de un niño Down, que habla a su padre. La transcripción dice: "Querido papá, quiero decirte que estás haciendo un gran trabajo conmigo. Desde que era pequeño, siempre has cuidado de mi. Eres inteligente y paciente. Estás haciendo bien un montón de cosas. Aunque a veces haces que crezca. Cuando jugamos al escondite, eres muy malo escondiéndote, y cuando me tienes que encontrar a mí, mis escondites son fáciles y haces como que no me ves. Siempre pierdes a los juegos a los que jugamos. ¿Lo haces aposta? Ahora que lo pienso ¡lo haces bastante mal! Pero no pasa nada, aún así te quiero. Y, aprendes bastante rápido, y aveces haces las cosas mejor que yo. Estás haciendo un buen trabajo y esta es la razón por la que ¡quiero ser grande! Papá enseñame a ser tan grande como tú. Papá me gustaría decirte ¡Feliz día del padre! El amor no tiene en cuenta los cromosomas".
Desde Cherbourg, mi querida familia Hanotte, me hace llegar este otro: Etre différent c'est normal (Ser diferente, es lo normal). Esta vez subtitulado. Se trata de un video para sensibilizar sobre la trisomía 21. También es de la fundación Jérôme Lejeune:
Mi querido amigo José María Avendaño, Vicario general de la diócesis de Getafe, tiene un libro titulado Dios viene a nuestro encuentro (Madrid 2009). He recordado uno de los capítulos. Sin su permiso lo transcribo. Y, por adelantado, se lo agradezco. Se titula La sonrisa del icono.
Nota que la miramos, y nos mira de reojo. Su paso apenas se oye. Esta tarde es feliz. No sabe el día ni el año, pero su alma la conduce como el barquero hacia la verdad verdadera.
Yo, de cierto, me alegro por este día y por haber ido al encuentro de su corazón por ríos solemnes con una danza lenta, de horas de fiesta, mientras en la habitación se iluminaba con su presencia y, súbitamente, la dulzura de su rostro nos señalaba la inmensidad del océano de la vida.
Ana es una niña-mujer a quien, al nacer, un ángel la besó en la frente y le rozó con sus alas el alma. Cumplió veinticinco años. Es una mujer diferente. Una discapacidad la acompaña desde siempre: el síndrome de Down. El desamparo y las inclemencias fueron vencidos por sus padres y hermanas. Desde el primer momento se ha sentido y encontrado querida.
Me acerqué a su hogar, invitado en el cumpleaños de Ana. Yo, la verdad, no sabía con qué obsequiarla, pues desde su tacto particular no resulta fácil conectar con sus apetencias. Llegó a mis manos un icono de la Virgen de la Ternura. Al llegar a su casa me besó tímidamente, al tiempo que observaba con inocente magia que traía algo para ella. Viendo el icono, ante la sorpresa y expectación de todos, comenzó a sonreír e indicarnos su convicción y agrado.
Hacía tiempo que mi corazón no veía una sonrisa tan sosegada y pacificadora. Todos le cantamos el “cumpleaños feliz” mientras soplaba dislocadamente sobre las velas, y era feliz. Fue una tarde llena de bienaventurada experiencia de Dios saliendo a nuestro encuentro. Su presencia avivaba nuestro amor.
Ana, con sus frágiles de dedos, tocaba los bordes de la trabajada madera de nuestros amigos artesanos de los iconos. ¡Qué podemos decir y qué sabemos de su hermoso tacto a fin de percibir las alegrías y los sufrimientos de las personas a las que Dios quiere tanto! Los dedos de Ana eran una epifanía de humanidad, de ternura, de consuelo y de fe.
Las personas con alguna discapacidad nos quitan la superficialidad y las vanidades, y nos adentran en las maravillas que Dios hace cada día. Aquel icono, que Ana acariciaba y contemplaba místicamente, era de madera, pero Ana como tantas otras persona son “iconos de Dios” en el tejido de lo cotidiano. La sonrisa del icono viviente fue una invitación al silencio, a la escucha, a la sencillez, a la humanidad y a la brega poco espectacular de cada día. La fuerza de Dios se manifiesta en la debilidad.
Os dejo, con otro par de videos más.
Este va en inglés/francés. Seguro que lo entendéis.
Desde Cherbourg, mi querida familia Hanotte, me hace llegar este otro: Etre différent c'est normal (Ser diferente, es lo normal). Esta vez subtitulado. Se trata de un video para sensibilizar sobre la trisomía 21. También es de la fundación Jérôme Lejeune:
Mi querido amigo José María Avendaño, Vicario general de la diócesis de Getafe, tiene un libro titulado Dios viene a nuestro encuentro (Madrid 2009). He recordado uno de los capítulos. Sin su permiso lo transcribo. Y, por adelantado, se lo agradezco. Se titula La sonrisa del icono.
Nota que la miramos, y nos mira de reojo. Su paso apenas se oye. Esta tarde es feliz. No sabe el día ni el año, pero su alma la conduce como el barquero hacia la verdad verdadera.
Yo, de cierto, me alegro por este día y por haber ido al encuentro de su corazón por ríos solemnes con una danza lenta, de horas de fiesta, mientras en la habitación se iluminaba con su presencia y, súbitamente, la dulzura de su rostro nos señalaba la inmensidad del océano de la vida.
Ana es una niña-mujer a quien, al nacer, un ángel la besó en la frente y le rozó con sus alas el alma. Cumplió veinticinco años. Es una mujer diferente. Una discapacidad la acompaña desde siempre: el síndrome de Down. El desamparo y las inclemencias fueron vencidos por sus padres y hermanas. Desde el primer momento se ha sentido y encontrado querida.
Me acerqué a su hogar, invitado en el cumpleaños de Ana. Yo, la verdad, no sabía con qué obsequiarla, pues desde su tacto particular no resulta fácil conectar con sus apetencias. Llegó a mis manos un icono de la Virgen de la Ternura. Al llegar a su casa me besó tímidamente, al tiempo que observaba con inocente magia que traía algo para ella. Viendo el icono, ante la sorpresa y expectación de todos, comenzó a sonreír e indicarnos su convicción y agrado.
Hacía tiempo que mi corazón no veía una sonrisa tan sosegada y pacificadora. Todos le cantamos el “cumpleaños feliz” mientras soplaba dislocadamente sobre las velas, y era feliz. Fue una tarde llena de bienaventurada experiencia de Dios saliendo a nuestro encuentro. Su presencia avivaba nuestro amor.
Ana, con sus frágiles de dedos, tocaba los bordes de la trabajada madera de nuestros amigos artesanos de los iconos. ¡Qué podemos decir y qué sabemos de su hermoso tacto a fin de percibir las alegrías y los sufrimientos de las personas a las que Dios quiere tanto! Los dedos de Ana eran una epifanía de humanidad, de ternura, de consuelo y de fe.
Las personas con alguna discapacidad nos quitan la superficialidad y las vanidades, y nos adentran en las maravillas que Dios hace cada día. Aquel icono, que Ana acariciaba y contemplaba místicamente, era de madera, pero Ana como tantas otras persona son “iconos de Dios” en el tejido de lo cotidiano. La sonrisa del icono viviente fue una invitación al silencio, a la escucha, a la sencillez, a la humanidad y a la brega poco espectacular de cada día. La fuerza de Dios se manifiesta en la debilidad.
Os dejo, con otro par de videos más.
Este va en inglés/francés. Seguro que lo entendéis.