Cuando Sto. Domingo de Guzmán llegó al sur de Francia en el siglo XII se dio cuenta rápidamente de la confusión que tenían las personas sobre la fe a causa de las ideas de los cátaros. Completó el diagnóstico al poco de llegar y, desde ahí, planteó la importancia de la predicación católica; medio o herramienta que estaba reservada a los obispos, contribuyendo a que los cátaros llenaran ese vacío. ¿A qué viene todo esto? A que hoy, al igual que en tiempos de Domingo, tenemos que saber ubicar o detectar cuáles son las ideas o circunstancias que dificultan a la mayoría de las personas el poder crecer en su relación con Jesús. Actualmente, ya no son los cátaros, pero si la idea, bastante arraigada en occidente, de que Dios es energía, buena vibra o el que llevar cierto tipo de piedras atrae buenas actitudes y, en general, prosperidad. El problema de fondo es, primero, conceptual y, luego, existencial. Si queremos que las personas redescubran el sentido de la fe católica, necesitamos, con claridad, pedagogía y buen tino, explicar que Dios no es algo, sino alguien, porque solamente con alguien es posible entablar un diálogo, solamente con alguien es posible hacer camino. Luego, al aclararlo, se irá preparando el terreno para que puedan darse las condiciones apropiadas que los lleven a descubrir que, esa búsqueda de experiencias espirituales de tipo agnóstico, en el fondo son la expresión de un deseo más profundo que solamente Jesús puede llenar como persona.
Es verdad que Dios no es un concepto, pero el poder definirlo como alguien es necesario, pues el ser humano requiere ponerles palabras a sus experiencias, aunque sean aproximaciones. Si no se llamar amor a lo que es amor, caigo en la abstracción y en una disociación de conceptos y vivencias. Así estamos cuando alguien a Dios no le llama Dios, sino energía. Quiere definir algo empleando una palabra que nada tiene que ver.
El cristianismo no es abstracto, sino concreto y profundamente vinculante. Es decir, con Dios, con uno mismo y con los demás. Por eso escuchar que una figura pública al recibir un premio, “le da gracias a la vida” y no a personas concretas como, por ejemplo, algún profesor, a sus padres u otros, refleja el problema conceptual que afecta el terreno de la experiencia de Dios. No estamos en un momento ateo de la historia, sino agnóstico. Es decir, predomina la mezcla de elementos religiosos y de diversa índole. Lo anterior, representa una posibilidad porque, aunque de forma confusa, existe cuando menos la apertura a la trascendencia. De ahí debemos partir y enfocar nuestros diferentes espacios como, por ejemplo, la clase de religión para generar o despertar la reflexión en el sentido de que Dios es persona y no un ente que da descargas solares.
El agnosticismo actual no solamente es un reto para la religión, sino para la ciencia, porque desde esa mentalidad se niegan aspectos que, por ejemplo, ponen en riesgo la salud pública, pensando que “x” o “y” remedio sin ningún tipo de proceso de certificación es algo válido y la respuesta a su problema.
Ahora bien, ¿por qué tantas personas dejan la Iglesia para asociarse al agnosticismo en sus diferente expresiones? Quizá porque nos hemos dedicado a todo menos a lo esencial y es que la esencia es, en primer lugar, vivir nuestra fe, formarnos y compartirla. Hoy la urgencia número uno es abrir espacios en los que podamos compartir la riqueza espiritual de la fe. Compartir (predicar) a Jesús, no con discursos tipo ONG, sino a través del Evangelio, de los padres de la Iglesia y de autores modernos que no hayan perdido el fondo de su mensaje. El agnosticismo actual tiene como raíz buscar, consciente e inconscientemente a Dios, pero sin encontrar una referencia. Es como acudir a una biblioteca que no tiene libros. Por lo que lo primero es asumir el reto conceptual, de nombre, de aproximación, distinguiendo la diferencia entre el significado de algo y de alguien para comprender que Dios -Padre, Hijo y Espíritu Santo- se circunscribe en la definición de la segunda palabra, pues existe, vive, participa y se relaciona. La esencia de la Santísima Trinidad es la relación y, si se explica así, con cercanía al día a día, la sociedad comprenderá que Dios no es algo, sino alguien. Con ello, habremos dado el primer paso de la nueva evangelización.
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Les propongo dos libros electrónicos que he escrito y que pueden ser de su interés:
Título del libro: Proceso de Dios:
"El proceso de Dios", es un pequeño libro que reflexiona sobre puntos importantes de la fe desde una perspectiva teológica y filosófica. Es concreto y, al mismo tiempo, profundo, capaz de responder las preguntas propias de aquellos que se cuestionan en su relación con Dios.
Título del libro: Líneas escolares:
¿Cómo abordar la emergencia educativa? ¿Cuál es el futuro de los colegios católicos? ¿Qué cambios tienen que darse? Éstas y otras preguntas son las que se abordan en el libro. Lo interesante es que el autor trabaja como maestro y, por lo tanto, los puntos que ha escrito parten de su experiencia en la realidad, en la "cancha de juego". Una interesante reflexión de todos los que de una u otra manera saben lo complejo que es educar en pleno siglo XXI y, al mismo tiempo, lo necesario que resulta seguirlo haciendo.
Nota:
Al comprar alguno de los dos libros contribuyes al apostolado que llevo a cabo en favor de la fe y la cultura. ¡Gracias!