Sigamos tratando la evangelización tanto dentro, como fuera de las redes. Para ello volvamos al texto de San Marcos que presenté la pasada semana:
“Después se apareció a los once mismos cuando estaban sentados a la mesa, y los reprendió por su incredulidad y dureza de corazón, porque no habían creído a los que le habían visto resucitado. Y les dijo: Id por todo el mundo y predicad el evangelio a toda criatura. El que crea y sea bautizado será salvo; pero el que no crea será condenado” (Mc 16, 14-16)
En este texto nos podemos encontrar con elementos que actualmente nos pueden parecer contradictorios:
Contradicción 1: Cristo reprendió a los Apóstoles por su dureza de corazón ¿Por qué dureza de corazón? Porque después de todo lo que habían visto, vivido y sentido, todavía dudaban y sentían temor. Pensemos que habían vivido codo con codo con el Hijo de Dios. Los milagros que Cristo realizó fueron impresionantes. ¿Qué era lo que les pasaba a los Apóstoles. Les faltaba lo más importante: recibir el Espíritu Santo. Esto mismo nos pasa a nosotros. El fuego del Espíritu no ha terminado de prender en nuestro interior. No somos verdaderas lámparas [leer la parábola de la lámpara y el celemín. Marcos 4:21-25] A lo sumo nos contentamos con vivir la fe con tibieza [cultural] y desconfianza [social]. Quisiera dejar claro que la valentía no es dar palos y maltratar a los demás. Eso es cobardía. Desconfianza en Dios. La tibieza parte de dejarse arrastrar por el grupo, la facción, la ideología y disolverse en la “tribu”.
- Tibieza cultural: nos contentamos con vivir la fe como una dimensión cultural. Dejamos a un lado la trascendencia y lo sobrenatural. La fe se reduce a costumbres e ideologías revestidas con apariencias y estéticas humanas.
- Desconfianza social: El “qué dirán” también existe dentro de la Iglesia. Preferimos camuflarnos dentro de cualquiera de las tribus existentes. Hacemos nuestra la frase “Quien obedece no se equivoca” y seguimos a otro tan ciego como nosotros mismos.
¿Por qué no evangelizamos? Porque evangelizar nos compromete de forma personal y eso nos da miedo. Señalar a Cristo no aporta seguridad alguna dentro de la sociedad en que vivimos.
Contradicción 2: : ¿Vamos por todo el mundo predicando el evangelio a toda criatura? Rara vez lo hacemos. Tampoco lo hicieron los Apóstoles antes de Pentecostés. Tenemos miedo. El mismo miedo que tuvieron los Apóstoles. ¿Cómo una profunda Buena Noticia puede generar miedo o incertidumbre? Cristo nos dijo que su Reino no es de este mundo. ¿Por qué tendemos a encerrarnos dentro de cómodas burbujas sociales? Si Cristo es el Logos, la Puerta, la Piedra Angular, el Buen Pastor, etc ¿Qué deberíamos temer? ¿De qué nos salva Cristo? Precisamente del sinsentido que nos llega a la tibieza y al miedo. ¿A qué esperamos para mostrar al Señor como solución y sentido? Cuando proclamamos a Cristo la evangelización empieza a tener sentido y a darnos sentido. Evangelizar nos plenifica y nos permite abrir la puerta a Cristo “Mira que estoy a la puerta y llamo. Si alguno oye mi voz y abre la puerta, entraré, y cenaré con él, y él conmigo” (Ap 3, 20 )
Para terminar: ¿Somos capaces de sintetizar la Buena Noticia en una frase o un breve párrafo? ¡No debería de hacer falta más! Cristo es el Logos de Dios. Todo y todos tiene sentido en Él. ¿Te sientes solo, desesperado y destrozado? Cristo es la respuesta. Toma su mano y anda sobre aquello que te ahoga.
El Espíritu es el que da vida; la carne para nada aprovecha; las palabras que yo os he hablado son espíritu y son vida. Pero hay algunos de vosotros que no creéis. Porque Jesús sabía desde el principio quiénes eran los que no creían, y quién era el que le iba a traicionar. Y decía: Por eso os he dicho que nadie puede venir a mí si no se lo ha concedido el Padre. Como resultado de esto muchos de sus discípulos se apartaron y ya no andaban con Él. Entonces Jesús dijo a los doce: ¿Acaso queréis vosotros iros también? Simón Pedro le respondió: Señor, ¿a quién iremos? Tú tienes palabras de vida eterna. Y nosotros hemos creído y conocido que tú eres el Santo de Dios. (Jn 6, 63-69)
El mismo San Pedro negó tres veces a Cristo. Nosotros no somos mejores que San Pedro. Mientras no recibamos la gracia del Espíritu andaremos a tientas en este desquiciado mundo. Pidamos al Señor que nos transforme para no tener miedo y tibieza. La fe es un don de Dios, no una estética cultural o social que nos podamos poner o quitar.