Sin embargo, es también un padre excepcional: amoroso, sereno, delicado, incansable trabajador, sencillo, confiado, humilde, esposo fiel y leal hasta el final. Es el hombre de las bienaventuranzas: justo, manso, pobre de espíritu, limpio de corazón.
San José, con sus virtudes heroicas, en su humildad y en su grandeza, es el modelo perfecto de los padres de la historia entera. Y sus virtudes, muchas de ellas despreciadas en la sociedad de hoy, han de servir de guía a quienes desean ser buenos padres.
Pero San José no es solo un ejemplo a seguir, sino que debe ser también un aliado seguro para nuestras familias en el Cielo. No nos olvidemos de pedir a este padre perfecto por ellas, para que interceda ante Dios por nuestras familias cristianas, haciendo de ellas pequeños reflejos en el mundo de aquel bendito Hogar de Nazaret.