Las gracias divinas…, son ayudas sobrenaturales que Dios nos proporciona para ganar el cielo. Para Santo Tomás de Aquino: “La gracia, no es otra cosa que un cierto comienzo de la gloria en nosotros”. Para San Agustín, “Gracia se dice de todo lo que se da gratuitamente y que no es debido a los méritos del que obra sino que procede únicamente de la bondad del dador”. Y nuestro Catecismo en el parágrafo 1996, nos dice que: “Nuestra justificación es obra de la gracia de Dios. La gracia es el favor, el auxilio gratuito que Dios nos da para responder a su llamada: llegar a ser hijos de Dios, hijos adoptivos, partícipes de la naturaleza divina, de la vida eterna”.
Todos tenemos necesidad de la gracia divina para poder crecer en nuestra vida espiritual, que es tanto como decir en el amor al Señor porque…: "5 Yo soy la vid, vosotros los sarmientos. El que permanece en mí y yo en él, ése da mucho fruto, porque sin mí no podéis hacer nada”. (Jn 15,5). Si no contamos con la gracia divina no podemos avanzar. Son unos insensatos, aquellos que se crean que se pueden elevar por sus propios esfuerzos a esa vida superior, a la cual estamos todos invitados en el orden sobrenatural. Es cierto que debemos realizar esfuerzos, más es la gracia quien los provoca, es ella también quien los acompaña y sostiene, y es ella quien nos los corona. El secreto del cristiano que triunfa en su acercamiento al Señor, radica, en que cuanto menos confíe en sus propias fuerzas para salvarse, tanto más tendrá a su disposición la ayuda y la gracia de Dios.
“Solo en Cristo puede haber crecimiento sobrenatural, escribe el Abad Benedikt Baur, O.S.B. sólo en Él podemos prosperar en bendiciones celestes, recibir gracia sobre gracia, y dar frutos de vida eterna, no solamente para nosotros individualmente sino además para todos nuestros hermanos y hermanas, para toda la Iglesia y para toda la humanidad, en mayor o menor medida, según que nosotros estemos más o menos en Cristo y El en nosotros”. Está claro pues que solos sin la ayuda divina, nada podemos obtener, pero esta circunstancia tiene anexa otra y es que Dios nada quiere hacer, si no media nuestra cooperación.
La santidad no se realiza sin nuestra cooperación, pero no es una obra nuestra, es una respuesta a nuestra fe y a nuestra oración pues en el mundo de Dios, “todo es gracia” conforme nos decía la carmelita descalza Santa Teresa de Lisieux. La salvación es gratuita, pero no arbitraria, pues Dios no siembra su gracia a todos los vientos. Tal como escribe Jean Lafrance. “Espera nuestra colaboración y la única forma de colaborar a la gracia, es creer en ella y pedirla. Nuestro Señor se preocupa con amor singular de cada alma, como si no hubiera otras semejantes en el mundo, su atención a nosotros no tiene carácter genérico, sino todo lo contrario, es un carácter específico y único, pues su ilimitada omnipotencia le permite tratarnos a cada uno de nosotros y a todos, como si cada uno, fuésemos la única criatura por él creada. Dios no le deniega su gracia al que en verdad se la demanda Al que hace lo que puede, Dios no le niega su gracia”.
El debido aprovechamiento que un alma haga de la gracia que haya recibido la predispone a ella a volver a recibir otra gracia mayor de la anterior. Royo Marín escribe diciendo, que: “Es doctrina teológicamente cierta, que Dios, en su providencia ordinaria, tiene subordinado al buen uso de las gracias anteriores recibidas, las gracias posteriores que ha de otorgarnos en todo el conjunto de nuestra vida”. Y es que el índice personal de aprovechamiento de las gracias que continuamente nos dona el Señor, es muy bajo. Lógicamente, la persona que disponga de una vida espiritual muy arraigada en el amor a Dios, está más presta a un aprovechamiento más intenso e las gracias que continuamente todos recibimos. Es en esta clase de almas donde el Señor, corresponde con mayores gracias, al aprovechamiento que anteriormente se hizo de las gracias recibidas.
Si realmente se rechaza una primera gracia, no aprovechándola, probablemente no haya una segunda. En el curso normal de la providencia de Dios, una gracia prepara a otra. Este es el significado de las palabras del Señor recogidas en el capítulo 4 del evangelio de San Marcos: “24 Y les decía: ¡Presten atención a lo que oyen! La medida con que midan se usará para ustedes, y les darán más todavía. 25 Porque al que tiene, se le dará, pero al que no tiene, se le quitará aun lo que tiene”.
Nosotros, nada tenemos, todo lo que creemos tener lo hemos recibido ya anteriormente, nuestros talentos, nuestros dones, sean de naturaleza o de gracia, son precisamente eso: donaciones. No somos nada. San Agustín nos decía: ¿Qué es lo que tú tienes que no lo hayas recibido? “La identificación de uno mismo escribe Jacques Philippe, con el bien que el hombre es capaz de hacer conduce al orgullo espiritual: de forma más o menos consciente, nos consideramos el origen o el autor de ese bien…. El bien que hagamos no es de nuestra propiedad, sino un estímulo que Dios nos concede. ¿Qué tienes tú que no hayas recibido? Y si lo recibiste, ¿Por qué te glorias como si no lo hubieras recibido? (1Co 4, 7), nos recuerda San Pablo”. Es fácil, para todos nosotros estar agradecidos cuando recibimos una gracia pedida, pero no es tan fácil estar agradecidos por no haber obtenido la gracia que habíamos solicitado y ello el no haber obtenido lo que solicitamos también es un a gracia divina que se nos ha hecho, pues posiblemente lo que deseábamos obtener no era bueno para la salvación de nuestra alma. La gracia de Dios actúa en y a través de la voluntad humana. La gracia de Dios no destruye nuestra capacidad de elección. Cierto es que la gracia hace la mayor parte del trabajo, pero Dios no pide nuestra colaboración. Cuando menos nuestra tarea es no poner obstáculos a la acción de la gracia en nuestras almas.
La gracia divina actúa en el alma humana, en silencio y misteriosamente, son estas, dos condiciones que tiene la actuación divina en nosotros. Con los ojos de nuestra cara nunca vemos nada más, que lo que pertenece al orden material y está iluminado por una luz material. La gracia divina solo pueden percibirla claramente los ojos de nuestra alma, aquellos que puedan disponer de la luz divina que les ilumine. Los demás, solo podemos ver solo sus frutos en nuestra alma. Pero tal como diría un gallego: “Yo no las he visto, pero haberlas haylas”.
Mi más cordial saludo lector y el deseo de que Dios te bendiga.
Otras glosas o libros del autor relacionados con este tema.
- Libro. LA HUELLA DE DIOS. Isbn.- www.readontime.com/isbn=9788461164523
- Libro. CONOCIMIENTO DE DIOS.- www.readontime.com/isbn=9788461179107
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- Libro. MOSAICO ESPIRITUAL.- www.readontime.com/isbn=9788461220595
- Libro. LOS DESEOS HUMANOS.- www.readontime.com/isbn=9788461316298
- Libro. LA SED DE DIOS.- www.readontime.com/isbn=9788461316281
- 107s.- Moneda de la vida espiritual 02-01-10
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