MI MUJER NO ME COMPRENDE 

Ser totalmente comprensivo lo hace a uno indulgente.
-Germaine de Staël-

          Un esposo se lamentaba con un amigo:­­
         —Mi mujer no me comprende, ¿y la tuya?
         —No sé —contestó el amigo— nunca le he hablado de ti.

          ¿Quién no ha experimentado esa sensación de «es que no me comprenden»? Y así ocurre a veces, claro; pero hay muchas ocasiones en las que resultamos bastantes difíciles de entender. Y no tanto por las malas «entendederas» del otro, sino más bien por nuestras malas «explicaderas».

          Debiera de ser uno de los objetivos educativos: aprender a decir en positivo, decir cosas buenas y decirlas bien. Habría que educar en lo que pudiéramos llamar «los pecados del decir»: ideas negativas, sentimientos destructivos y una amplia gama de motivos que jamás deberían encarnarse en la palabra humana.

          Deberíamos educar y educarnos en la responsabilidad del don de la palabra, y hacer el firme propósito de no poner en nuestra boca ningún sentimiento, ninguna idea, ninguna intención que vengan contagiados por la infecundidad o el desamor.

          Poner un mal en la vida con nuestros comentarios es tarea que termina por acorralar y arruinar a aquel que lo puso. Nadie, ni uno mismo, sale ganando con ello.

          Si el mal no tiene remedio, es tonta la queja contra la vida y contra las cosas, porque, además de no arreglar nada, el espíritu se amarga y el hombre se rodea de antipatías, ya que a nadie le agrada estar oyendo constantemente lamentaciones o defectos de otros. Si el mal tiene remedio, hay que buscarlo pacientemente, hablando con el interesado. Y si no tiene remedio, de nada sirve la queja.

          Esta actitud de carcoma moral es una de las posturas negativas que más atrofian el espíritu de las personas.

          Eso cuando nosotros hablamos, y respecto a cuando hablan de nosotros. Si en lugar de preocuparnos de si nos comprenden o no nos comprenden, nos preocupásemos de ser mejores, no nos quitaría el sueño lo que piensen los demás.

          No es lo más importante el que los demás tengan­­ de mí una idea mejor, lo realmente valioso es que yo luche para ser mejor. Y eso, independientemente de que mi mujer me comprenda o no me comprenda.