- Que los niños memoricen y reproduzcan “fórmulas sencillas de petición y agradecimiento". Es decir, que en las clases de religión les enseñen a orar de forma básica.
- Se dejan de dar nociones de otras religiones. Lo que es totalmente lógico y coherente. Sobre todo cuando en muchos colegios que se dicen católicos se hacen actividades sincréticas que desorientan a nuestros hijos.
- Se busca que sean capaces de "reconocer la incapacidad de la persona para alcanzar por sí misma la felicidad" y "entender el Paraíso como expresión de la amistad de Dios con la humanidad".
- Diferenciar la explicación teológica y científica de la creación (respetar la autonomía existente entre las explicaciones, teológica y científica, de la creación).
Muchas voces han saltado denunciando estos cambios, ya que son contrarios al modelo social que se quiere imponer desde los partidos políticos y organizaciones laicistas.
Uno de los líderes de la oposición actual y casi seguro candidato a presidente del gobierno, se despacha indicando que va a revisar los acuerdos Iglesia-Estado y que sacará la religión de los centros educativos. El panorama actual nos lleva a pensar que es muy probable que el futuro gobierno español sea una coalición de izquierdas radicales, lo que nos hace preveer tiempos difíciles para los creyentes actuales. Pero incluso si gobernara un partido de derechas, este seguiría adelante por el camino de relegar la religión a la conciencia (silente) de cada persona. La lógica de partidos conlleva división y ruptura social, ya que las ideologías se han convertido de los becerros de oro contemporáneos.
¿Cómo puede ser esto así? Se puede comprender cuando se leer los resultados de la última encuesta oficial sobre estos temas. La preocupación de tener una legislación pro-abortista es del 0,0%, entre los habitantes de España. No nos importa que se asesinen a miles de niños cada año, ya que ese es problema de “otros”. El 69,3% se definen como católicos, pero sólo el 11,9% dicen que van a misa con asiduidad. Ante este panorama desolador, sería interesante fuésemos elaborando un plan B, para afrontar lo que se nos echará encima tarde o temprano. La ignorancia del mal nos imposibilita para sentir esperanza, orar y actuar.
Ahora es el tiempo de la siembra, y el Señor asegura su crecimiento. Todo cristiano, por tanto, sabe bien que debe hacer todo lo que esté a su alcance, pero que el resultado final depende de Dios: esta convicción lo sostiene en el trabajo diario, especialmente en las situaciones difíciles. A este propósito escribe san Ignacio de Loyola: «Actúa como si todo dependiera de ti, sabiendo que en realidad todo depende de Dios»…
La imagen de la semilla es particularmente querida por Jesús, ya que expresa bien el misterio del Reino de Dios. En las dos parábolas de hoy ese misterio representa un «crecimiento» y un «contraste»: el crecimiento que se realiza gracias al dinamismo presente en la semilla misma y el contraste que existe entre la pequeñez de la semilla y la grandeza de lo que produce. El mensaje es claro: el Reino de Dios, aunque requiere nuestra colaboración, es ante todo don del Señor, gracia que precede al hombre y a sus obras. Nuestra pequeña fuerza, aparentemente impotente ante los problemas del mundo, si se suma a la de Dios no teme obstáculos, porque la victoria del Señor es segura. (Benedicto XVI, Angelus 17/6/2012)
Para la mayoría de los que se dicen católicos, Dios es un ser lejano que se desentiende de nosotros. Nos deja solos para que nosotros seamos los que encontremos la salida a nuestros problemas. En esto se puede ver claramente el triunfo del pelagianismo egoísta dentro de la Iglesia.
En concreto, no pensamos en un plan B porque creemos que no merece la pena esforzarnos por algo que ya está caduco. Como no creemos que Dios nos escuche, tampoco oramos para que nuestra esperanza siempre esté viva. Si la religión queda fuera de los centros educativos será necesario que las parroquias tomen el relevo de la educación en la fe. Educación que debería realizarse de forma colaborativa con las familias y ser algo más que un vago barniz socio-cultural. Pero, siendo realista cabe preguntarse ¿No hemos claudicado antes de buscar soluciones alternativas?
Caminamos hacia una Iglesia pequeña pero capaz de ser una minoría creativa que gane relevancia por su coherencia y testimonio. Benedicto XVI en su viaje en avión de Roma a Praga, afirmó: “Yo diría que normalmente son las minorías creativas las que determinan el futuro, y en este sentido la Iglesia católica debe entenderse como minoría creativa que tiene una herencia de valores que no son algo del pasado, sino una realidad muy viva y actual”. “La Iglesia debe actualizar, estar presente en el debate público, en nuestra lucha por un concepto verdadero de libertad y de paz”.