Ayunar de diversiones es siempre positivo, pero debería ser un complemento al ayuno de comida. ¿Por qué? Veamos lo que nos dice San Agustín:
La importancia del ayuno. No vayáis a creer que el ayuno es algo de poca importancia y superfluo. Que nadie, al hacerlo según la costumbre de la Iglesia, piense para sí y se diga, o escuche al tentador que sugiere internamente: ¿qué es lo que haces? ¿Por qué ayunas? Tú defraudas a tu alma, y no le das lo que le gusta. Tú te infliges un castigo a ti mismo, y tú mismo eres tu verdugo y sayón. ¿Es que le puede agradar a Dios que tú te atormentes? Entonces es cruel, porque se alegra de tus sufrimientos. Respóndele al tentador: Yo sufro, es verdad, para que El me perdone; yo me castigo para que El me socorra, para que yo sea agradable a sus ojos, para gustar su dulzura. También la víctima es sacrificada para ponerla sobre el altar. Y no voy a consentir que mi carne oprima a mi alma. Responde a ese malvado consejero, esclavo del vientre, con esta comparación, y dile: Si tú cabalgases en un jumento, si te montases en un potro que cuando te lleva pudiese hacerte caer, ¿no le mermarías el pienso al fogoso corcel para caminar seguro, y así domar con el hambre al que no podrías refrenar con la brida? (San Agustín. La Utilidad del Ayuno, III)
¿Qué es ayunar de comida? Básicamente reducir la ingesta de comida a un nivel de subsistencia, por un periodo no demasiado largo. Normalmente se ayuna un día o a lo sumo dos. Dejar de comer no es ayunar, ya que hacer dieta sería asimilable a ayunar y no es lo mismo. Para que no sea más que un día de dieta intensa, hace falta acercarse al ayuno con predisposición espiritual. Cuando ayunamos nos damos cuenta de lo poca cosa que somos. Ingerir menos comida nos llena de debilidad e incluso nos produce molestias leves, como algo de dolor de cabeza y molestias articulares.
Cuando sentimos la debilidad en nuestro cuerpo nos damos cuenta de lo que significa rezar, en el Padre Nuestro, danos nuestro pan de cada día. Sin el pan, sin el alimento, perdemos nuestras capacidades, concentración y dinamismo. La humildad viene a nuestro encuentro cuando ayunamos.
Además, tal como dice San Agustín, el ayuno es una forma de orar. Una forma de solicitar perdón, socorro y misericordia. Nuestra debilidad clama al Señor, solicitando su dulzura y consuelo. Orar es dejarse en manos del Señor con total confianza.
Es curioso el ejemplo del corcel con que San Agustín nos explica la utilidad del ayuno. Igual que un caballo bien alimentado, nosotros nos sentimos exultantes y autosuficientes. Nos sentimos capaces de todo al margen de la asistencia de Dios. Nuestra mente está lúcida y nuestras fuerzas responden al esfuerzo que les solicitemos. ¿Qué sucede si el corcel pierde su fuerza? Un corcel sin fuerzas puede se conducido con más facilidad ya que ha perdido la “riqueza” de sí mismo. En nuestro caso, la debilidad del ayuno nos predispone a seguir la Voluntad de Dios con humildad y gratitud.
Sólo quien se siente débil puede comprender a los débiles. Sólo quien se siente incapaz, puede entender a quienes no pueden dar más de sí mismos. Sólo quien siente lo que cuesta vivir, da sentido a su propia existencia. Somos seres simbólicos. Entendemos mejor a través de vivencias y símbolos, que a través de discursos y bibliotecas llenas de sabiduría.
Si tiene la oportunidad y capacidad de ayunar no dude en buscar al Señor en su debilidad, a partir de entonces lo encontrará con más facilidad en los que sufren y desesperan.